lunes, 27 de febrero de 2012

San Lorenzo de Los Mina, origen e identidad de Santo Domingo Este

Por Manuel Soto Lara/ Regidor ASDE-BIS

Corría el año 1676. España y Francia, hacia 12 años, que  se repartían la Isla Española. En la posesión francesa, hoy Haití, esclavos procedentes del África, eran sometidos a una cruel explotación. En Santo Domingo, al otro extremo, posesión española, la explotación, por el tipo de actividad laboral, también era cruel, pero menos despiadada.
A esa fecha, unos treinta esclavos con el color de la noche en su piel, dieron muerte a su amo y, siguiendo la ruta del sol, escaparon hacia la libertad.

Padrejon, o Padre Jon, líder del grupo, les había prometido llevarlos a  la posesión española, en la parte este de la isla, donde las condiciones de trabajo les garantizarían, inclusive, una vida más prolongada.

Fueron contratados unos 20 bucaneros para atraparlos. Estos mataron 7; pero los demás lograron llegar.
En la tierra de promisión, según fuentes históricas, estos habrían sido  recibidos y puestos en posesión por Francisco de Segura  Sandoval y Castilla, quien pocos años más tarde sería designado como Maestre de Campo y Gobernador.

Originarios  de Senegal y el Congo Belga, a través del Puerto de Minus, habían zarpado como esclavos de guerra y llevados a Haití.
Por herencia de sus ancestros, eran devocionarios de San Lorenzo Mártir.
¡Tanto sufrían los esclavos que adoptaron como su patrón a ese “santo”! El santoral registra pocos tan despiadadamente torturados como este.

A finales del siglo XVI lo que es hoy República Dominicana, era una rural provincia ultramarina de la entonces decadente potencia española.

Se  hablaba de los españoles de América y de los españoles de Europa. En América, éramos apenas un manojo de pueblos sin identidad.

Ya en el año 1502, el entonces gobernador español, Fray Nicolás de Ovando, destruida la ciudad de Santo Domingo por un ciclón y zarandeada su población por una peste de hormigas, la había traslado a su actual posición en la margen occidental del Río Ozama.

Casi dos siglos después, en la margen oriental del río, el paisaje aún lucía íngrimo y solo. Eran territorios de fugitivos e insurrectos. En lo que es hoy la cabeza oriental del Puente de la 17, donde se encuentra el destartalado “Destacamento de Los Mina Viejo”, habitaba un hombre enamorado.

Se llamaba Luis Estévez Melo. Vivía en concubinato, lo que era severamente castigado en la época. Entre las penas que les fueron impuestas incluyeron la de expropiación de sus predios. Ahí asentó Segura y Sandoval a los 23 hombres que sobrevivieron a la persecución de los bucaneros, más otras 50 personas.

Entre estos habían 34 minas, 3 congos, 4 borucos, 3 angoles, un aranda, un zape, otro procedente de Cabo Verde, y el resto sin etnia conocida. Construyeron sus casuchas y dejaron, al centro, una extensa área para parque. Ahí mismo, en el extremo norte del parque, hizo construir don Ignacio Martínez Heredia en 1974 un destacamento de policía; hacia al sur, está la iglesia, segunda construida luego de la catedral, y que, para protegerse de los ciclones, le sirviera de refugio seguro.

En la ocasión, a ese asentamiento se le llamó San Lorenzo de los Negros Mina. Así surge lo que hoy resumimos como “Los Mina”.
Desde África, el grupo mayoritario, había partido del puerto de Minus. De ahí el nombre.

Posteriormente, otros 19 negros esclavos que escaparon hacia la libertad procedentes de Cuba, Panamá, Nicaragua, Portobelo y Maracaibo, fueron llevados al asentamiento.  De estos, 7 fueron devueltos a sus amos.

Dos años más tarde, ya se luchaba por educarlos en la fe cristiana. El 14 de agosto de 1678, el padre Fray Domingo Fernández de Navarrete escribía al Rey: “De los negros que se han pasado del enemigo se ha formado un pueblecito a dos leguas de esta ciudad y porque cada día se ha aumentado, necesita educación y enseñanza”, según cita el historiador Fray Cipriano de Utrera.

La mayoría no había tenido la oportunidad de educarse, y vivían desorganizados y sin autoridad. Las contradicciones y enfrentamientos entre ellos los llevó a la división. De ahí que un grupo, perteneciente a la tribu Mandinga, se fue a Mendoza. Eran agricultores y procesaban el cazabe. Otra tribu se fue a Villa Mella. Estos eran criadores de cerdos.

Ellos nos legaron le herencia culinaria del chicharrón. De gran fama aún en la zona.

“Dieron carpeta los muchachos”. No querían someterse a la fe cristiana y eran muy violentos. El gobernador español Pérez Caro los definió como bárbaros y pidió autorización para desalojarlos. Otras autoridades también quisieron destruir la aldea. De hecho, el 27 de agosto de 1792, casi un siglo y cuarto después del asentamiento, el arzobispo Carvajal y Rivera solicita al Rey “la demolición del pueblo”.

En el año 1950, en el lugar se funda Villa Teshalia. Es la primera casa formal construida en clavot. Su propietario, don Ignacio Martínez Heredia, compró 70 hectáreas por 70 pesos. Teshalia era el nombre de su bien amada esposa. Al año 1900 esos terrenos ya estaban titulados. El Dictador Rafael Leónidas Trujillo se interesó en ellos, y él mismo le puso el precio.

A mediados del 1950, Trujillo, que había adquirido en la zona grandes porciones de terrenos, incluido todo lo que es hoy Los Tres Brazos, promovió el desalojo de San Lorenzo de Los Mina “para limpiar la fisonomía de la capital”.

Más de 300 años después, por disposición legislativa, San Lorenzo de Los Mina abandona el Ayuntamiento del Distrito Nacional para integrar el municipio Santo Domingo Este.

El Ayuntamiento de la Capital poco lo recordó, y, “pocas veces le tendió una mano”. A partir del año 2001 la margen oriental adquiere su propia identidad y un año más tarde estrena autoridades edilicias. Va a cumplir diez años, y,  San Lorenzo... aún espera.

El maltrecho parque de paradisíaca topografía y vista encantada; la centenaria iglesia en ruinas y su mullido destacamento, consumidos por el polvo y el olvido, son mudos testimonios de nuestros orígenes y aún del abandono. 

1 comentario:

  1. https://www.academiadominicanahistoria.org.do/wp-content/uploads/2019/05/RevistaClio195.pdf

    El Consejo de Indias, con el dictamen favorable de su fiscal, mediante acuerdo del 11 de julio de 1748, aprobó lo resuelto por la Junta celebrada en Santo Domingo, el 21 de enero de 1746, y especialmente resolvió que se expidiera cédula separada al arzobispo «para que en inteligencia de que conviene la existencia de este pueblo, y que tengan sus vecinos la asistencia espiritual que le es necesaria, concurra por su parte a su efecto, y a la fábrica y establecimiento de su iglesia, cura y sirvientes, con aquellas eficaces providencias, que espera Su Majestad aplicará su pastoral autoridad y católico celo».56

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No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.

Voltaire

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