La niña evidenciaba timidez y especialmente incomodidad frente a los dos hombres que con paciencia buscaban precisiones sobre lo que padeció y la llevó a estar donde hoy se encuentra. Una entrevista que será las veces de testimonio incriminante para quien está acusado de abusar sexualmente de ella. Se trató de una Cámara Gesell ventilada en plena Sala de Acuerdos del Tribunal Criminal 1.
Los dos hombres que le daban la espalda a la cámara oculta, el fiscal Marcelo Fernández y el perito psicólogo Adolfo Loreal, indagaron a la niña, que de lenguaje correcto aunque limitado, propio de la edad a la hora de tener que precisar de lo que fue víctima.
Habló del “tipo” que la sacaba de su cama y la llevaba con él para tener sexo cuando ella tenía apenas seis años. Incluso en la cama donde -según la niña- dormitaba la pareja del hombre.
Con algunas contrariedades propias de un discurso espontáneo del que resulta todo un trauma tener que rescatar de su memoria lo padecido, más los nervios propios de exponerlo frente a extraños, la niña mezclará los dedos de sus manos en un rezo y las apretujará entre sus piernas, juntará sus rodillas y moverá frenéticamente sus pies cual resortes en el piso para así poder soltar su relato, que hablaba de los aberrantes sucesos de tiempo atrás.
La historia
Con la Cámara Gessell dio comienzo la audiencia, por la que el Tribunal, integrado por los jueces Pablo Galli, Guillermo Arecha y Gustavo Echevarría, buscará dictaminar responsabilidades penales, no sin antes desentrañar una historia de abusos, pero que viene con una mochila cargada de desarraigo, maltrato y abandono.
Es que la niña llegó a los seis años de su país natal junto a su hermanita de apenas cuatro años y su madre, que vino al país escapando de la miseria y en busca de una mejor oportunidad de vida, pero trabajando en la prostitución.
Aquí su madre ya tenía una amiga de aquel país que ejercía el mismo oficio pero estaba en pareja y vivía en la casa de éste, donde residiría también el resto de la familia que aquella amiga trajo de su país.
En dicha vivienda precisamente sucederían los abusos y aquel hombre, pareja de la amiga de mamá, identificado como Juan Gutiérrez, sería quien abusaría sexualmente de ella. Hoy está imputado de abuso sexual reiterado agravado con acceso carnal.
Según la historia de la niña abusada, su madre, cuando salía a trabajar la dejaba al cuidado precisamente de estas personas, entonces el hombre aprovecharía cuando todos dormían para hacer lo que la niña contaría y ahora se acusa.
Hasta que un día, tras un año aproximadamente de vivir bajo esa situación, la madre tomó el remís de siempre para ir a “trabajar” y no encontró a sus amigos para dejar a sus niñas. El remisero solidariamente se ofreció a cuidarlas hasta tanto cumpliera con su trabajo. Ella aceptó con gusto, pero el hombre le dijo que primero conociera a su esposa para saber con quién dejaba a sus niñas, pero poco le importó a ella. Había que dejarlas con alguien.
De hecho las dejó y dijo que al día siguiente las iba a buscar. Pasaron cuatro días y recién el matrimonio tuvo noticias de ella. Las niñas estuvieron en tanto a cargo del remisero y su esposa.
Ese tiempo alcanzó para que la niña conociera otra vida, otro ambiente y expresara su desesperada necesidad de no volver con su mamá. La madre sustituta, que atestiguó frente a los jueces y refrendó la historia ya contada en el expediente, la derivó al Servicio local, donde los profesionales tomaron nota de la delicada situación y se toparon con esa verdad silenciada hasta aquel día: la niña contaría que había sido víctima de abusos de aquel “tipo”.
Las autoridades oficiales, entonces, dieron intervención a la Justicia junto a aquella mujer que propició la denuncia y oficiaba de guarda de la niña, quien por disposición de la Justicia quedó bajo la contención de ese matrimonio, sin dejar de tener contacto con la madre que sí se quedó con la otra pequeña por decisión de la propia niña.
La defensa
Aquella densa historia, entonces, se ventiló durante el juicio, en el que no sólo se escuchó el testimonio de la niña, hoy de 16 años, sino que también desfiló quien hoy es su madre adoptiva y aquellas personas que vivían junto al acusado en dicha finca, pero que ninguna de ellas dijo ver ni escuchar nada sobre aquellos abusos, a pesar de que la víctima aseguró haberlos padecido, alguno inclusive donde ellos dormitaban.
La defensa del imputado buscó indagar sobre posibles intenciones de la víctima como la de la mujer que hoy la cría en pos de perjudicar a su representado y si en verdad la denuncia no tenía que ver con sacarla del lado de su madre biológica. Empero, ni los dichos de la niña ni de la hoy mamá adoptiva dejaron entrever algo de esa hipótesis.
Incluso se ventiló con el curso de los interrogatorios que la niña supo presenciar cuando su madre ejercía la prostitución en la propia casa, con hombres y a veces mujeres. Pero también quedaron despejadas las dudas instaladas sobre alguna influencia de aquellas vivencias a la hora de declarar lo que declaró la niña.
Quedaba sólo un testigo. Nada más y nada menos que la madre de la niña hoy adolescente, quien no estaba en el país pero por los dichos de algunos testigos estaba por regresar.
Si bien el fiscal pidió incorporar por lectura su testimonio, el defensor se negó, entendiendo que era sumamente necesario tenerla en la audiencia para convalidar los dichos que oportunamente se expuso en la causa. Así, el Tribunal resolvió pasar a un cuarto intermedio hasta el miércoles venidero y esperar por el arribo de la madre. Una vez escuchado el relato, será el tiempo de los alegatos y el aguardo del veredicto de los jueces.*
Foto tribunal
El Tribunal, presidido por el doctor Guillermo Arecha y secundado por sus pares Pablo Galli y Gustavo Echevarría, observó y escuchó el testimonio de la víctima a través de la Cámara Gesell y luego desfilaron los testigos citados por las partes en torno a la aberrante historia.
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