miércoles, 6 de octubre de 2010

Testimonio de María Asunción Garcia Riera/ refugiada española por causa de Guerra Civil


Testimonio de García Riera, María Asunción

Lugar de entrevista AGN

Fecha de la entrevista 25-10-2008


Investigador: Pedro De León C.

Transcripción: Esmirnalee Santana

Proyecto: Refugiados Españoles



De la trayectoria por el mar durante el viaje. Llegada al país por Puerto Plata. Anécdota.


María Asunción García Riera (MAGR). Después fue que supe ya aquí, bueno, papá siempre andaba con el militar ese, con el militar…, con uno de los oficiales de abordo, que no sé si era segundo o tercero, no era capitán, parece que se habían hecho amigos, papá andaba con él, porque mi mamá no, mi mamá estaba siempre mareada tirada en un cherlot de esos, cubierta y cosa, y yo o atrás de papá o con el grupo o cuidando a mi hermanito, pero papá nos dijo que él le había dicho que la semana en Casa Blanca no fue por reparación de barco, sino por evitar una oleada de submarinos que andaba.



Entonces, bueno, salimos en enero de Francia, llegamos el 23 de febrero, fue más que un mes, quizás a mí me pareció más, pero para mí siempre oigo decir que fue en un mes, entre Casa Blanca y todo, y era la ruta, porque papá era muy amigo de la astronomía, yo me acuerdo que ya en aquel tiempo me hablaba de los universos paralelos y todas esas cosas. Papá era un sabio…, entonces él me decía siempre: “tú ves, ahora vamos hacia el sur, ahora vamos hacia el norte”, o sea, que íbamos haciendo así y a veces volviendo para atrás, y una vez estuvimos parados y cosa, y pasamos por un sitio que habían muchos restos de barcos, que por ahí habían hundido un barco francés, los submarinos.



Bueno, cuando llegamos primero pasamos por San Thomas, vimos una cosa muy curiosa para los europeos, los niños tirándose al agua, sí que tiraban dinero, para sacar el dinero con la boca. Y cuando llegamos a Puerto Plata, fue en febrero, yo le conté ya, creo yo, la impresión tan agradable para mí, aquel verdor de aquellas palmeras, había llovido, en febrero llueve fácil; febrero es un tiempo que llueve y sale el sol, llueve; forma como decían en Mao, del norte. Y en una de esas veces estaba un señor francés, mayor, que durante el viaje habíamos hecho una especie de amistad, porque yo era una de las pocas españolitas niñas que hablaba francés, y conversábamos mucho, muy simpático el señor, y ahí yo metí la pata en el sentido de que habíamos salido de Burdeos, gris, porque yo me acuerdo de Burdeos gris, fue en enero que salimos, gris todo, el barco gris, las aceras grises, los edificios grises, yo veo a Burdeos gris. Entonces aquel viaje, y llegar aquí, aquel cielo tan azul con aquellas palmeras verdes, mojadas todavía de la lluvia, brillando con aquel sol, yo estoy así en la borda con el francés al lado, y digo yo: “¡qué belleza!, y se me ha salido en francés: “esto no es Francia”, ay Dios mío, eso decirlo a un francés es peor que mentarle la madre aquí a un dominicano, o sea, usted sabe lo chovinistas que son los franceses, fue peor que eso, ese señor se dio una indignada: que tanto que él me quería y cosa y demás, yo lo había insultado, qué sé yo qué, y se me puso a hablar de la gloria de Francia, y yo: “pardon, pardon”, bueno. Y siempre me ha quedado como ese recuerdo, caramba, un señor que fue tan amable conmigo, y yo por estar de desbocada. Entonces, haberlo herido así en su sentimiento, profundamente francés, eso es una cosa que yo no me la perdono. Bueno, y nos tuvieron ahí 24 horas sin salir del barco, en Puerto Plata.



Yo también tengo una anecdotita, que en la noche tocaron los músicos, y me dice uno: a nosotros: “¿ustedes ven?, eso es un merengue”, en España el merengue es lo que aquí le dicen, que a mí no me gusta, suspiro, en España, merengue es suspiro, lo que aquí llaman suspiro. Yo digo: “¿Y dónde está el merengue?”, decían: “no, esos que tocan esos merengues”, era compadre Pedro Juan, me acuerdo. Bueno, la cuestión, muy simpático, después llega el momento, y yo creía, yo me imaginaba la República Dominicana muy distinta, porque la mayoría de los españoles creían que era como Haití, y mi papá que como sabía tanto de historia, decía: “no, nosotros no vamos a Haití”, esa isla es compartida, papá explicaba, que era la española. La cuestión es que yo me imaginaba que los cocos andaban aquí, que los regalaban, porque eso era lo exótico en aquel tiempo, y yo vi unas machacas [muchachas] con una cosa de coco, y ya el mayordomo no estaba aparentemente por ahí, y yo bajé a que me dieran coco, y claro, si no tenía dinero no me dieron el coco, entonces, cuando yo subí me encontré con él en un momento, así: ¿y qué hace allá abajo? “es que yo bajé a buscar un coco”, pero se lo dije en francés, me dijo: “¿Y tú no eras la que tú no sabías francés?”, bueno, fue mi último pleito con él.



Entonces, bueno, cuento eso como un detalle, que creíamos eso, como que aquí los cocos era una cosa que se regalaban, y los guineos, esa cosa, porque en España los guineos se llaman plátano, que también en Dajabón yo fui a comprar un plátano de merienda, y fui a una pulperiíta que estaba al frente y pedí un plátano, y me dice el señor, que me conocía: “¡hola niña, qué sé yo qué!”: ¡salud señor!:, le dije que quería un plátano, y él me dijo: “¿verde o maduro?”, yo le dije: “maduro”, ¿para qué quería yo un plátano verde?, porque yo no había visto plátanos en verdad de los de aquí, yo lo que había visto era guineo toda mi vida, en España se come mucho guineo, pero eso se llama plátano; entonces yo dije: “maduro”, me encontré tan raro, y me da un plátano amarillo, yo lo veo así, y veo que me está mirando: “no, no es así que yo lo quiero”, eso fue mucha risa, después me explicaron que eso no era, que lo que yo quería era un guineo, y todas esas cosas, bueno, esas son de las anecdotitas que van saliendo al paso.



Traslado de Puerto Plata a Dajabón. Anécdotas de su establecimiento en el país.

MAGR. Pues como yo le dije, llegamos a Dajabón.
PDL. Primero a Puerto Plata, de ahí…

MAGR. De Puerto Plata a Dajabón; mira, tápate los oídos, porque resulta que de Puerto Plata a Dajabón fuimos en tren, fue en el año 39, las montañas que habían de Puerto Plata a Navarrete eran montañas muy desprovistas de todo, es decir, que las personas que vivían ahí eran chocitas, los niños desnudos, descalzos, para mamá, catalana, sabes, era un paisaje aterrador, y pasó el día quejándose y lloriqueando: “¡en dónde hemos parados, ay qué sé yo qué, qué sé yo cuánto!”, entraron donde mamá Paquita, ¿tú te acuerdas que mamá se parecía a Libertad Le Marche en los ojos?, ¿sí o no?
Mildred Adad (MA). Sí, mi abuela se parecía mucho, de verdad, físicamente.
Mi papá le llegó a decir varias veces: “Paquita, tu vida es un tango”, o sea, ella era así, mamá tenía fama de inteligente, era muy preparada y todo, pero es cuestión de carácter, quizás era la más pequeña de su casa, de la hermana, ñoña de su papá, yo no sé, pero ella tuvo ese carácter, y claro, yo fui una de las recipientes y Mildred fue una recipiente preferida, porque a tu hermana Griselda…
Entonces, bueno, la cuestión es que llegamos así, pues entonces nos llevaron a esa Villa, la Villa Agrícola, y en esa Villa Agrícola nos duchábamos mucho, todo muy bien, pero antes de la semana nos repartieron casas, a cada familia una casa en el pueblo, en Dajabón. A nosotros nos tocó una casa que si yo se la describo es una casa normal y corriente de un pueblo, es decir: techada de cinc, piso de madera, dividida en cuatro como se divide aquí en los pueblos, sala, comedor y la cocina a parte, algo que también nunca habíamos visto. Al lado, la vecina, era una casita de piso de tierra, techada de cana, que vivía una viejita, viejita, viejita flaca, con su nieta joven que tenía un hijo de un guardia que había desaparecido, esa es la vecina que viene, como son de amables los dominicanos, a decirle a mi mamá que cualquier cosa que se le ofrezca, que qué sé yo qué y qué sé yo cuánto. Pero mamá (risas) ve a la pobre vieja que cocina encima de unas piedras en el patio, con una batola larga metida por debajo, así, y cocinando ahí, y mamá que está todo el tiempo como queriendo acusar: “¡Y así es que uno se va a mudar aquí, qué sé yo qué, a cocinar así!”, dice ella: “no, no señora”, dice la nieta, una muchacha joven, graciosa: “no señora, esta casa tiene su cocina”, pero la cocina era un poco aparte con el fogón tradicional, con sus piedras, leñas. “¿Esa es la cocina?”. Y le dice mamá (risas), “¿y el retrete?”, la pobre señora entendió la retreta, y le ha dicho: “a no doña, eso es en el parque”
Jesús Díaz (JD). Los domingos.
MAGR. Ella les dijo mas, los domingos y los jueves, y con música; y según mamá fue, porque mamá tenía los ojos azules, y se ponía colorada, y según mamá fue abriendo los ojos, poniéndose colorada, la muchachita, la pobre muchacha se fue asustando, dice ella: “pero van las mejores familias, y hay música”. Papá que está hablando con unos señores dominicanos, ya está viendo la expresión de mamá, “ay, discúlpeme, déjame ver”, ¿qué pasa aquí?”, entonces le dice mamá: “imagínate Emilio, aquí para ir al retrete, es los jueves y domingos en el parque y con música, y hay muchas flores y frente a la iglesia”. Entonces, papá: “cálmate Paquita, cálmate Paquita”, tú ves, y le dice a la muchacha: “es donde las necesidades…”, y papá imaginó, porque resulta que de España todavía había muchos pueblos que había retreta, pero en Cataluña hacía siglos que había desaparecido la costumbre de la retreta, pero mamá no sabía. Ese es uno de los chistes, y después papá siempre se lo contaba a mucha gente, y cuando papá lo contaba mamás de ponía colorada y todo el mundo se reía, mamá después se enfadaba, en fin, esa es una de las historias.
Bueno, también con otro señor, que era el síndico: dijo mamá: “¿Y qué es una cacata?”, creo que era una araña, dice: “señora, eso es un pájaro que qué sé yo qué”, dice: “¿en qué quedamos?, es una araña o es una ave”.
PDL. La frase “pájaro” (risas).

MAGR. “¿Es un ave o es una araña?, ¿y qué será esto?”. Esa era Paquita.
Sus padres dirigen una escuela fundada para los niños refugiados.
MAGR. Bueno, pues estuvimos ahí, entonces se supone que papá tenía que labrar para sembrar maní, porque a eso fue que vinieron, a sembrar maní, pero de momento lo que hicieron fue una escuelita, una escuelita para los niños españoles, en la granja.
PDL. Siembra de maní.

MAGR. Sí, sembrar maní, pero papá no llegó a sembrar maní, yo no sé quiénes llegaron. Hicieron una escuela con varios profesores, papá y mamá la dirigían; esa escuela quizás duró quince días, duró un tiempo. Durante el tiempo de la escuela, había una señora muy rica, oriunda de Mao, de apellido Reyes Chávez, ella era tía de Macarrulla, de…
JD. Mercedes
MAGR. No, Mercedes era española, Mercedes se casó con un sobrino de esa señora. Esa señora era Reyes Chávez, Seferina Reyes Chávez, tenía como primas una que se llamaba Lolita, otra que se llamaba Chavola, algo así, bueno, que eran Chávez. Ella se casó, doña Seferina, doña Seferina era de la edad de mi mamá, se casó con un señor de apellido Pons, el doctor Don Nino Pons, hijo de Eusebio Pons, que era un dentista famoso aquí en Santiago. Esa señora se casó con el hijo único de Eusebio Pons, Eusebio Pons estaba casado con doña Roselia Franco Bidó, de los Franco Bidó de aquí, pero ella vivía en el trayecto cerca de Navarrete, de Las Lagunas a Navarrete, el intermedio, si quiere se le dice parejas. Tenía una casa enorme, un altico así, cerca de la carretera, preciosa, él tenía las fincas más hacia el sur, de arroz, ella y el esposo, tenían muchas fincas, muchas fincas, eran gentes muy ricas.
Esa señora tenía una sola hija, tenía una hermana llamada 33-59 Binocha, que fue la que se casó con un señor Macarrulla de San Francisco de Macorís, que vienen siendo los abuelos del Macarrulla que ahora está, o sea, que ella sería tía abuela de él. Entonces ella tenía esa hija, pero esa era hija única, no había podido tener más, y era una muchacha conflictiva en los colegios; la puso en el colegio de monjas, en el otro, siempre tenía conflicto, ella era muy voluntariosa, muy mimada, muy rica, y ella está encelada, estaba en un momento de las tantas crisis con el esposo. El esposo, como todo señor del siglo XV, cada cierto tiempo mudaba una muchacha de las de la finca, la pobrecita, le daba una casita, doña Seferina se ponía brava con él porque gastaba cuarto, y después volvían y se arreglaban. Pues en una de esas crisis, ella estaba desesperada con la hija, y fue donde sus primas, las Chávez, a Montecristi, y les dijo que como se hacía, y le dijeron: “mira, ahí en Dajabón hay una colonia de españoles, donde hay unas profesoras muy buenas, tú puedes buscar una que te sirva de institutriz y te la llevas para tu casa”, y eso hicieron. Con la primera que habló fue con mamá, que era la directora, y a ella le cayó muy bien mamá, aunque mamá le habían hablado de otra que, aunque casada, no tenía hijos, pero ella quiso que fuera mamá. Entonces mamá le dijo: “pero yo tengo dos hijos y tengo mi esposo”. “Ah, no, eso se arregla”. Le buscó trabajo a mi papá en la finca, pero viviendo en la casa de ellos, pero el esposo le puso trabajo como administrador de la finca, en fin; y nosotros entonces nos fuimos a vivir con doña Seferina, bien, manito y yo.

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