sábado, 13 de noviembre de 2010

Testimonio de Clara Tejera

Testimonio de Clara Tejera
Lugar de entrevista AGN
Fecha de la entrevista 05/08/2009
Investigadores: Pedro De León C. y Natalia González
Transcripción: Esmirnalee Santana
Proyecto: Refugiados Españoles


Presentación.

Pedro De León C. (PDL). Hoy es miércoles 05 de agosto del año 2009, y en esta mañana nos encontramos en el Archivo General de la Nación, específicamente en el área de Audiovisual. Tendremos el tercer encuentro con doña Clara Tejera, una señora que con sus memorias, sus recuerdos, sus anécdotas, está compartiendo parte de lo que es la historia contemporánea del siglo XX. Con sus vivencias estamos alimentando los proyectos Vida Cotidiana del Siglo XX, Refugiados Españoles, en la República Dominicana, Guerra de Abril del 1965 y como tal, al tratarse una autobiografía, Personajes Destacados.

Por el Archivo General de la Nación, Yoselyn Espinal, en cámara de video; también nos estará acompañando su hija, Natalia González, hija de Doña Clara Tejera, y quien estará dirigiendo esta entrevista, Pedro De León, del área de Producción de Historia Oral. Buenos días, Doña Clara, y gracias por nueva vez aceptar nuestra invitación.


Clara Tejera (CT). Buenos días.

PDL. Nos sentimos contentos por tenerla nueva vez, y al revisar sus detalles, sus memorias, sus vivencias, tenemos buen material para nutrir varios proyectos.

Doña Clara, quedó pendiente que usted nos hable de sobre los Archivos Eclesiásticos, sus recuerdos en trabajar con Máximo Coiscou y con otras personas, por favor.

CT. Bueno, cuando nosotros nos circunscribimos simplemente a investigar datos sobre la historia de Santo Domingo, que estaba elaborando el profesor Máximo Coiscou Henríquez. Ahí encontramos que estaba mejor organizada que el Archivo de la Nación, el Archivo de la Arzobispo Noel. Ahí nos permitieron, principalmente el del profesor Oscar Roberto Toledano, porque él era compañero en la universidad de Máximo, sí, el profesor Máximo. Ahí trabajábamos, no muy libremente, porque claro está, son los Archivos Eclesiásticos. Y los legajos no estaban permitidos hojearlos todos, sino la parte que interesaba a los datos que él quería investigas sobre la historia de Santo Domingo; o sea, lo que el profesor quería documentarse solamente. Ahí nosotros íbamos, no tan libremente, usted sabe cómo son los curas, de celosos de su acervo cultural.

Natalia González (NG). ¿Y qué fondo? ¿Cuáles fondos, más o menos, fue que trabajaron? ¿De cuáles Archivos Eclesiásticos? ¿Solamente de Santo Domingo?

CT. Santo Domingo. No, no, no, se investigó varias cosas, varios temas sobre lo que él quería escribir.

NG. ¿Y tú no recuerdas los temas?

CT. No, no recuerdo los temas, que ahora no recuerdo los temas, cómo se dividían, cómo se dividían los capítulos de la historia de Máximo. Y yo la tenía en casa, pero yo no sé si se la llevó Carlos Eduardo a Polonia, porque él me la dedicó, y nos sonreímos mucho, porque yo era una jovencita, y él la dedicó a “Doña Clara Tejera”, y eso fue una cosa, todos los compañeros se reían mucho cuando vieron “Doña Clara Tejera”. “Ay, pero están poniendo vieja antes de tiempo”. Entonces el profesor Máximo le dijo: “no, ese es un tratamiento de una persona que ha aportado algo a la sociedad, aquí, en estos países, eso era Doña, pero no porque ella represente mucha edad”.

NG. A parte de Máximo Coiscou, ¿no hubo otro investigador que tú trabajaras con él, en el Archivo?

CT. No, yo simplemente trabajé con Máximo Coiscou, porque él era mi profesor de historia, en Santo Domingo.

NG. En una ocasión tú hacías un comentario sobre las relaciones que existían entre esos historiadores, y que Máximo Coiscou tenía sus contradicciones.

CT. Máximo Coiscou tenía muchas contradicciones con Rodríguez Demorizi, principalmente, con Rodríguez Demorizi, tenían contradicciones, muchas, muchas.

NG. Pero no obstante eso.

CT. No, claro, claro, ahí ellos olvidaban sus contradicciones y trabajaban; ellos comprendían que necesitan documentarse, porque era para el país. Y Máximo acaba de regresar, cuando estábamos haciendo ese trabajo acababa de regresar de los Archivos de India, en Sevilla, él estuvo ahí. Él fue enviado, no sé si por la universidad o por el gobierno, por mediación de su padre. Su padre era una persona muy querida aquí, el doctor Coiscou, muy querida aquí en el país. Y a él lo enviaron ahí, estuvo varios años investigando en el Archivo, allá, en Sevilla.

PDL. Ok. ¿En qué consistía su trabajo de apoyo a Máximo Coiscou?

CT. No mi trabajo era –cuando él encontraba los legajos y lo que había- leérselo y transcribírselo. Era muy trabajoso, porque, por ejemplo, en el Archivo había muchas cosas que estaban deterioradas por completo y daba mucho trabajo descifrar. Entonces yo, como joven, y tanto yo como su esposa; porque él estaba casado con Trina Sánchez, y era una mujer joven, podíamos leerle y podíamos ayudarlo ahí y transcribirle.

NG. Eso implicaba conocimiento de paleografía, entonces.

CT. No, bueno, hasta cierto punto, porque claro que la paleografía era una ciencia auxiliar de la historia y de la biblioteca, la paleografía, pero no porque como científicamente lo tratáramos, sino deducíamos y tratábamos de leerle para que estuviera correcto el documento.

PDL. Ok. Que usted recuerde, ese tiempo de búsqueda, de transcripción en esos trabajos, estamos hablando de semanas, meses.

CT. Mucho tiempo, mucho tiempo.

PDL. ¿Se puede decir seis meses ustedes duraron trabajando eso, más o menos?

CT. Sí, sí, sí, sí, más o menos, las investigaciones.

PDL. Y el resultado de todas esas investigaciones.

CT. Dieron por resultado el libro.

PDL. Un libro.

CT. Un libro, sí, sí, sí.

PDL. El título de ese libro.

CT. Yo creo que Historia de Santo Domingo, no recuerdo el título exacto, pero era historia de Santo Domingo, hay que buscar ese libro; en la biblioteca debe estar.

PDL. Sí, sí, sí, lo importante es ubicar Máximo Coiscou, el trabajo. ¿Más o menos en qué año fue la publicación? Para nosotros tener una idea de búsqueda, o por lo menos la investigación.

CT. Era como el 45 ó 46.

PDL. Doña Clara, mi deseo es, así, abrir un pequeño capítulo de los detalles que usted nos ha dicho ya desde el primer encuentro, pero unirlo ahora para hacer una pequeña cápsula de los Doce años de Balaguer: una mujer dominicana, casada con un revolucionario español en los Doce años de Balaguer. ¿Cómo fue su vida?

CT. Ay, no me lo recuerde, yo creo que fue la época más triste de mi vida. Primero: yo siempre tengo guardado eso, que yo no pude darle el amor y el cuidado que en realidad necesitaban mis hijos. En esa época ya algunos estaban en la adolescencia, ya comenzaban la adolescencia, y después estaban los pequeños. Yo no pude, porque yo tenía que estar esclava de mi marido, detrás de mi marido. Yo consideraba que si yo seguía a mi marido, él estaba más protegido; entonces yo descuidé a mi familia, cuidé a mis hijos, no los dejaba solos nunca, porque yo los dejaba con personas muy responsables, yo nunca los dejaba solos. Pero eso es lo que yo me reprocho de “La época de Balaguer”.

Balaguer acabó con la juventud dominicana en la persecución. La persecución que había fue una persecución inmisericorde, que yo no la sentí en el Trujillato, la persecución que tuvimos nosotros en Los Doce años de Balaguer fue mucho más tremenda, para mí, recuerdo. Y mi marido estuvo en el Trujillato, mi marido fue de los que estrenó la silla eléctrica, no le resultó porque todavía no estaba bien organizado, eso de esa tortura, pero ahí él estrenó la silla eléctrica, y las torturas que él tuvo en su primsión en la Época de Trujillo.

En mi casa se mantenía un garfio y una soga grandísima, porque había un patio interior, donde él pensaba –si lo iban a buscar- tirarse por una ventana, hacia abajo, para escapar, hasta eso; y eso lo vieron mis hijos, eso lo sufrieron mis hijos.

NG. Vamos a empezar. Acaba, se hace el acuerdo, la Revolución de Abril, y entonces se llama a elecciones. Entonces, en ese período que se llama a elecciones, ¿cuáles son tus recuerdos de la situación política en la Capital?, –porque era en la Capital que tú vivías- con las elecciones, la candidatura de Juan Bosch, la candidatura de Joaquín Balaguer.

CT. Ah, tú quieres a Bosch, no estabas hablando de García Godoy.

NG. Sí, García Godoy, pero en el gobierno provisional de García Godoy se organizan las elecciones. Bien, entonces vamos a ver si hacemos los recuerdos. ¿Qué recuerdas tú del ambiente?

CT. Pero ambiente de elecciones de Bosch.

NG. Sí, y Post-guerra Civil.

CT. Bueno, lo primero es la Post-guerra Civil, fue el decreto de la suspensión de la nacionalidad de tu padre, una nacionalidad ordinaria. Mire, principalmente a mi marido le recomendaron –tan pronto terminó la Revolución- gestionar, gestión que habían hecho sus compañeros tan pronto murió Trujillo, para que le dieran la nacionalidad. ¿Por qué? Porque fue un luchador antitrujillista, que nunca se la dieron, nunca se la dieron ni privilegiada, ni él la diligenció tampoco ordinaria. Entonces, un abogado Castillo, el papá de Prázere Castillo, yo no recuerdo cómo era que se llamaba él, si era Manuel Eduardin, no sé; yo creo que era Manuel Joaquín Castillo, le recomendó por mediación de sus amigos españoles.

Porque mi marido durante toda la Revolución fue el guardián de muchos comercios de sus amigos, de sus amigos españoles. Mire, el comercio de Corripio, que quedaba ahí, en la Emilio Prud´Homme, nunca fue tocado, porque mi marido siempre lo cuidaba; o sea, se mantenía alerta para que no lo atacaran y no lo robaran. Igualmente yo recuerdo cuando mataron a este muchacho, Santana, Oscar Santana, que nosotros oímos el tiroteo, desde el comando San Lázaro. Él se mantenía pendiente también del Mercado, y a Oscar lo mataron por robar, ahí, ladrones lo mataron, a Oscar Santana; no sé, esa es la noticia que yo tengo. O sea, que él se mantenía alerta en eso. En esa época él hacía todo eso.

PDL. Entonces, la actitud de su esposo y los demás compañeros de luchas, en esas elecciones donde Balaguer sale electo como presidente, ¿cuál era?

CT. Siempre fue apoyar a Bosch, inclusive hacíamos campaña para apoyar a Bosch, se hacía campaña. Porque siempre fueron campañas para apoyar a Bosch, hasta durante la Revolución nosotros salíamos a pasear o algo, y encontrábamos cualquier movimiento, cualquier protesta, cualquier mitin donde apoyaban a Balaguer, y nosotros así, públicamente salíamos y los contradecíamos a ellos y le decíamos: “no, nosotros luchamos en la Revolución para restablecer de nuevo el gobierno de Bosch y la Constitución del 63”. Porque la lucha fue esa: “Constitución del 63 con Bosch a la cabeza, vamos al poder”. Siempre fue así.

PDL. Entonces “triunfa Balaguer”, todavía hasta la fecha está muy cuestionada, y además estaban los estadounidenses aquí, en el país.

CT. Claro, claro, le dieron la victoria a él.

PDL. ¿Cómo –a partir de ahí- la vida de ustedes?

CT. Bueno, ya le digo, de persecución, ahí empieza un nuevo calvario para nosotros.

PDL. ¿Se sentían asediados, perseguidos?

CT. Asediados, perseguidos y todo, de todas formas nos sentíamos. Que ya le digo, que uno de los primeros decretos, en junio del 67 el primer decreto fue suprimirle la nacionalidad a mi marido. Y él tuvo el descaro, cuando yo fui a verlo, de decirme: “no, yo las únicas nacionalidades que he suprimido han sido las privilegiadas”. Y yo recuerdo que yo era muy nerviosa, le toqué hasta en el hombro y le digo: “no, señor presidente, usted está equivocado, la nacionalidad de mi marido fue ordinaria; siempre quisieron sus amigos, todos sus compañeros, que fuera privilegiada, porque su lucha no es desde ahora, su lucha dura muchos años”, se lo dije yo a él. Yo lo visitaba a él periódicamente, hasta Osvaldo me llevó una vez, por mediación de José Israel Cuello, me llevó una vez a donde Balaguer, me acompañó.

PDL. ¿Y cuál es la impresión suya del presidente Balaguer?

CT. A mí nunca me cayó bien, cuando una persona no le cae a uno nunca bien, ni desde jovencito, porque yo lo conocía desde joven; no jovencito, yo era jovencita y yo paseaba por el Parque Independencia con mis amistades, nosotros paseábamos por el Parque Independencia y lo veíamos a él con Calderón. ¿Cómo se llamaba? Uno que era Secretario de Educación, Telésforo Calderón, que era amigo de él, y varios amigos de él. Porque Telésforo Calderón vivía ahí, en el Hotel Presidente, que quedaba frente al parque Independencia, y se juntaban ellos ahí, en los bancos, debajo de los Ilán-ilán. Recuerdo Ilán-ilán porque yo tengo una hermana que le gustaba mucho ir a Ilán-ilán y hasta consiguió una matica y se la llevó a su casa y la sembró, porque olía mucho, una flor que olía mucho. Bueno, de ahí se hacía esencias.

PDL. Entonces, en junio del 67 se le suprime la nacionalidad.

CT. La nacionalidad y lo deportan, es deportado a España. A él le dieron horas para salir de aquí.

PDL. Y él para evitar consecuencias mayores.

CT. Cosa que no le hicieron cuando Trujillo.

PDL. Procede entonces a salir del país.

CT. Porque él hizo cosas peores cuando Trujillo, o sea, que intervino en muchas cosas, e intervino inclusive en la trama del 30 de mayo; claro, lo apartaron, porque como él era muy conocido y muy fichado. Nunca nadie sabía que él había participado, pero yo recuerdo cuando Juan Tomás Díaz y este muchacho, Sánchez, Papito Sánchez, pasaban por mi casa a buscarlo, que apagaban la parte de atrás para que no vieran la placa del carro, porque al lado de mi casa vivía una señora que tenía un afer con el sub director del SIM, que era muy amigo nuestro también. Y yo creo que él sabía de los manejos de nosotros también, porque él nunca nos tocó, se hacía el chivo loco, no recuerdo el nombre de él. E

PDL. Entonces, ese junio del 67, a partir de ahí, él –para evitar consecuencias mayores, al darle un plazo para salir del país- sale.

CT. Se va para España.

PDL. Se va para España. ¿Y usted y los demás?

CT. Nos quedamos aquí, nosotros nos quedamos aquí. Él trabajaba con un señor español, que era Don Constino de Yanesa, Don Constino de Yanesa me dijo: “quédate en tu casa tranquila”.

PDL. Don Contino.

CT. Yanesa. “Quédate en tu casa tranquila, yo te pasaré el sueldo –un tiempo-”, porque él me pasó el sueldo un tiempo, el sueldo de Manolo. Después entonces me consiguieron de nuevo ingresar, porque yo había renunciado –para casarme- a la biblioteca de la universidad, y yo ingresé de nuevo a la universidad, a la biblioteca, a trabajar.

PDL. ¿Cuántos hijos tenía usted ya, para el 65?

CT. Cuatro, ya yo tenía los cuatro, porque Natasha –que es la más pequeña- tenía cuatro años cuando estalló la Revolución, cuatro años y pico.

PDL. Esa relación, ya, a distancia, ¿cómo se comunicaban, qué se decían?

CT. Bueno, por cartas a través de amistades. Él fue primero a vivir a donde una tía que tenía allá, en Madrid; y a los seis días de estar en España fue la Guardia Civil a la casa de la tía, suerte que él sabía que lo buscaban, porque él, inmediatamente ingresó a la lucha, allá en España.

PDL. Desde que llegó.

CT. Se comunicó con todo su gente, no de su partido, porque en realidad no tenía un partido definido, pero sí los luchadores de allá, de España.

PDL. ¿Se podría decir amigos republicanos?

CT. Republicanos, amigos republicanos, sí.

PDL. Bueno, entonces de ahí él –para evitarse el apresado- se mueve también.

CT. Se mueve también, y entonces pasa a Francia, y de Francia se comunica y se va a Cuba. Y allá en Cuba se comunicó con Caamaño, él; que ya teníamos amistades con Caamaño, desde la Revolución, porque nosotros –en el comando- lo invitábamos, y si me monté yo en carro –durante la Revolución- fue para irme de mi casa al comando en el carro de García Germán, que era coronel, y cuando regresé, fue en el carro de Caamaño; él nos mandó el carro de él para que nos llevara a la casa.

PDL. Esas informaciones de su traslado –el caso de Manolo- hacia Francia, de Francia a Cuba. Se lo comunicaba a usted ¿cuándo, o cuándo usted supo de esos traslados?

CT. Yo lo sabía por mediación del Partido.

PDL. Antiguo PSP.

CT. Bueno, del Comunista, PSP, que era comunista. Yo lo sabía porque los compañeros del Partido me avisaban.

PDL. Doña Clara, ¿y cuáles eran los planes que Manolo le comunicaba a usted? ¿Qué se decía? ¿Cuál era la proyección de él, aún estando fuera del país?

CT. Bueno, como siempre, siempre estaban conspirando contra, porque entonces era Balaguer. Nunca para derrocar a Balaguer, no; ellos no hicieron –yo creo- que ninguna, porque yo creo que vieron ya que era imposible otro derramamiento de sangre y otra cosa, pero siempre conspirando políticamente con el contrario. O sea, él siempre fue muy inquieto, él muy inquieto en cuanto eso; él, no sé, como que no pensaba en el futuro de los hijos, a pesar de que sí trató, porque nosotros sacamos a nuestros hijos de aquí. En el 69 yo saqué al primero, se le consiguieron becas a la Unión Soviética y se fue a Bulgaria, mi primer hijo.

PDL. En el 69.

CT. Todos mis hijos salieron a los 19 años de aquí, porque era un peligro. Mi hijo lo cogieron ahí –donde era el Cine Leonor, en la calle Arzobispo Noel- poniendo letrero, y lo metieron preso, y me lo pusieron hasta en una –todavía estaba Manolo aquí- me lo metieron en una casa albergue, que suerte a un amigo mío que había sido novio, como quien dice, novio de juventud, que era juez, Miguel Ángel Sosa Duarte, él trató de que a mi hijo no lo metieran en nada de esas cosas, ni lo condenaran, y trató de sacarlo de ahí, de la casa albergue; ahí me lo metieron, en la casa albergue, no estuvo ni un día.

PDL. El nombre de su hijo.

CT. Carlos Eduardo González Tejera.

PDL. ¿Y los letreros que escribía eran de protesta política?

CT. Bueno, protesta contra Balaguer.

PDL. ¿Tenía alguna firma de partido, él se identificaba con un partido?

CT. No, no, no, movimientos estudiantiles; eran movimientos estudiantiles, porque él tuvo tiempo, él se inscribió en la universidad, y él hizo el colegio universitario aquí y de ahí se fue a Bulgaria, porque el destino de él era Bulgaria.

PDL. Y eso –como a toda madre- le preocupó y se buscó alternativa.

CT. Claro, claro, nosotros tratamos de sacarlos de aquí porque estaba en peligro, y no queríamos que pasara como pasaba con los otros: con Amín Abel, un muchacho joven que no había tenido tanta participación política.

PDL. Doña Clara, para continuar en ese período muy contemporáneo, o más reciente. ¿Cuándo se unifica nueva vez esa familia, por lo menos ese matrimonio, otra vez?

CT. Ah bueno, en el año 1970, exactamente el día 13 de febrero del 1970 regresa Manolo, que el Partido se ve en la obligación de mandarlo desde España, porque estaba en peligro. En el 70 todavía estaba la dictadura de Franco en pleno apogeo; entonces cuando sucedió la muerte de Ramfis, y todo eso, ellos lo vieron en peligro y entonces lo sacaron y él vino con documentación falsa, vino aquí como –no sé- si vendedor de libro, no recuerdo. Él vino con el apellido Sartorius, Agustín Sartorius.

PDL. Sí, sí, que usted me habló de eso.

CT. Agustín Sartorius vino aquí; él entró, entonces él entró aquí. El día 15 fue la tragedia del avión, entonces yo, para justificar el problema tan serio que hubo con esa tragedia, justificar lo que había pasado en su viaje…, yo le cambié la fecha, y yo dije que cada vez que yo iba a visitar a las diferentes oficinas para interceder por mi marido, por el regreso de mi marido, ya mi marido estando aquí. Yo identifiqué la fecha, pero nunca decirle que estaba aquí, porque él 16 de febrero, como a los dos días del 15, de la cosa, de la tragedia. Entonces yo recuerdo que cuando yo iba donde Papi Estrella, donde Estrella Rojas, que era director del SIM, y el movimiento aquel de los españoles que hubo allá, de ETA; y entonces él decía: “mire, dígale a Manolo que nosotros sabemos que él está –a Manuel, Manolo era que le decía, no recuerdo cómo era que le decía el nombre a Manolo- que él está luchando, trabajando con la gente de la ETA”. Digo: “¿Usted está seguro? –Manolo aquí- ¿Usted está seguro?”. Dice: “sí”. Digo yo: “mi marido nunca ha sido terrorista, mi marido ha sido toda la vida revolucionario, pero nunca terrorista, y yo creo que la ETA es terrorista, la ETA es terrorista, no es un movimiento revolucionario, y es muy diferente, así que usted estudie bien la historia para que sé de cuenta en qué movimiento está mi marido, y no en ese”. Y yo me iba a mi casa tranquila, y volvía, yo insistía, yo volvía e insistía para que dejaran entrar a mi marido y mi marido aquí. Ellos nunca descubrieron que mi marido estaba aquí; y mire, que allanaban un colmadito que había de unos González, en la esquina de mi casa, y mi marido en mi casa cuando cercaban a Amaury Aristy, porque Amaury Aristy vivía por mi casa; al frente nosotros veíamos que cercaban, y desde la habitación mi marido lo veía todo, todos los movimientos de Amaury; y cuando Amaury brincaba o se iba por los techos para huir de la policía, él lo veía todo, y como él estaba al tanto de esos movimientos, porque los mismos compañeros de él se lo comunicaban, del movimiento de los -¿Cómo se llaman ellos?

PDL. Amaury Germán, la Chuta, los Palmeros

CT. Sí, Amaury, la Chuta, los Palmeros, los Palmeros.

PDL. Ese tiempo que duró Manolo en su casa, escondido para salvar su vida, de incógnito, porque se creía que estaba España. Cuéntenos algunas anécdotas, alguna vivencia que usted recuerde y que le llame la atención, que quiera compartir con nosotros, de cómo fue eso.

CT. Le creció el pelo, yo recuerdo que dos hermanas mías estaban haciendo un crucero por todas las islas, y yo tenía una hermana que estaba casada con un coronel del Ejército, claro, él culpaba de que él no tuvo asensos muy altos por la afiliación política de mi marido, y él no tuvo asenso porque él participó como firmante, ayudante de Viña Román, en el Golpe de Estado de Juan Bosch, que usted sabe que eso fue la muerte militar de todo ese grupo; que Viña Román no pudo ni ingresar al Ejército siendo su cuñado el presidente de la República, no pudo, y mi cuñado tampoco, y ellos culpaban siempre a mi marido por ser revolucionario, que no subía en el Ejército.

PDL. Cuando nos referimos al tiempo, ¿qué tiempo duró en esa situación, su esposo, su casa, más o menos?

CT. Bueno, después del 70, y él salió a la luz pública en el 75, ya.

PDL. ¿Unos cinco años en esa condición?

CT. Cinco años, trasladándose de un lado a otro, viviendo en Santiago, viviendo en diferentes campos, y claro, venía, siempre regresaba aquí, a su casa.

PDL. Pero de incógnito. Cero vida social.

CT. De incógnito, cero todo; claro, lo visitaban, como ellos eran amigos míos, los revolucionarios toditos los visitaban, porque iban a visitarme a mi casa.

PDL. Se puede decir para la historia que esos cinco años, esa actitud de incógnito era para evitar persecución política.

CT. Persecución política, sí. Inclusive, él ayudó, él trabajaba de incógnito, porque a él le llevaron una máquina de escribir y él escribía. El libro aquel, Tres leyendas de colores no, no recuerdo cual; hay uno de Pedro Mir que él lo mecanografiaba y la pasaba las cosas para ir componiéndolo. Sí, allá en la casa él trabajaba siempre, trabajaba y el Partido lo ayudaba en ese sentido, dándole trabajito pa´ que él ganara su chelito.

PDL. Y en ese período de tiempo su hogar, su casa nunca fue allanada.

CT. No, nunca, nunca; y mire, que pasaron muchas cosas y hubo muchos movimientos por ahí y por toda la ciudad, pero nunca fue allanada mi casa.

PDL. Cuando el problema de los Palmeros.

CT. No, nada, nada; nunca, nunca, ya le digo que allanaban –el pobre- un colmadito de la esquina.

PDL. ¿Sintió usted que era perseguida, o sus hijos, familiares cercanos?

CT. Yo no sé si a mí me perseguían, ni nada, pero yo no lo sentí, no; yo me hacía la chiva loca; y yo sabía que él estaba ahí, yo me iba a mi trabajo. Yo si sé que el dueño del supermercado de abajo le decía –ya yo tenía a la muchacha que yo todavía tengo, que vive conmigo- y le decía: “oh, pero tú tienes un marido español que come mucha lentejas”, porque hacíamos mucha lenteja; y él la mandaba: “Lucita, ve y compra cosas para hacer unas lentejas”, y guardarme la lenteja allá cuando yo viniera de mi trabajo. Él hacía la lenteja, él cocinaba, porque le gustaba la cocina; y le decía [el dueño del supermercado]: “tú tienes un marido español”, y era él.

PDL. Doña Clara, resulta un poco –diríamos- incómodo, pero para la historia queríamos saber, bueno, esa parte de la lucha, de la salud de su esposo, su problema ya. ¿Cómo fueron esas luchas, usted como esposa al lado de él?

CT. Bueno, uno luchó hasta lo último, uno nunca se amilanó; y él era saludable, no sé si su dolencia –que después lo mató- tuvo su raíz ahí, pero yo creo que no.

PDL. ¿Cuándo descubrió la enfermedad?

CT. La enfermedad fueron tres meses al descubrirla, pero claro, él era muy delicado: no comía mucho, no, y no se cuidaba mucho su salud; no porque tuviera exceso, porque él nunca jamás bebió, trago social que se puede beber, pero nunca jamás él tuvo eso de exceso.

PDL. ¿Y cómo él asumió esos momentos?

CT. ¿La enfermedad?

PDL. Sí.

CT. Estoicamente, murió; al contrario, él murió el día 1ro de septiembre, y el día 31 en casa estaba una doctora, amiga de mi hija, que lo cuidaba, y mis hijas; y entonces preguntó esa noche: “Qué día es hoy”. Dice: “31; ay, ya mañana es el cumpleaños de Manuel, de uno de mis hijos”. Dice: “¿hasta cuándo durará esto?”. Aguantó estoicamente, no sé si le dieron dolores, porque mi hija mayor lo llevó a donde una doctora del dolor, para darle los correctivos para que no pasara dolores, porque ella dijo que eso daba dolores muy fuertes. Pues si le dieron esos dolores fuertes, nosotros no sabemos nunca si le dieron, porque él jamás se quejó, jamás se quejó. Todos sus amigos iban, lo entrevistaban, y él tuvo muchas entrevistas en ese período de lecho de muerte, porque él estuvo de muerte, ya, de superación a la… fueron tres meses nada más, que el médico cuando lo operó lo dijo: “de vida, tres meses”, y efectivamente.

PDL. ¿Una sola vez fue operado, o varias veces?

CT. No, una sola vez, simplemente ellos le suprimieron los nervios, no sé cómo se llama eso, nervios, para que no sintiera dolor, para darle más calidad de vida, porque desde que lo abrieron se dieron cuenta lo que tenía.

PDL. ¿Y qué le diagnosticaron oficialmente?

CT. Cáncer.

PDL. Entonces él fallece el 1ro de septiembre ¿de qué año?

CT. El 1ra de septiembre del año 1996, pero estoicamente, ahí no se quejó jamás de dolor, jamás, ni nunca hubo que ponerle una morfina, ni nada. Y el último día, que nosotros teníamos miedo, que ya se estaba alimentando mal, un sobrino le dijo y le explicó todo, que le iban a poner un catete por la ingle, por ahí, por donde se le pone.

PDL. Para poder orinar.

CT. Sí. Y él dijo que sí, que se lo pusieran, el día antes de morir, dijo que se lo pusieran; y lo aguantó, y lo aguantó, nada y sin quejarse, ni hacer ni “ji”, cuando le hicieron eso. Yo por delante de, él viendo todo eso.

PDL. Su parecer, y si se quiere, y si usted lo acepta, recomendaciones para personas que puedan pasar por estas situaciones: esposas, hijos. ¿Qué decirle? Porque usted tuvo –diríamos- ese estoismo de tratar, luchar.

CT. Uno llevarlo estoicamente, y tratar de darle ánimo, porque a él nunca se engañó, a él nunca se le dijo “tú no tienes”, tú tienes cáncer, desde un principio, es un cáncer. Dice él: “yo lo sabía”.

PDL. Sus hijos ¿se enteraron todos?

CT. Sí, sí, sí, yo lo sabía.

PDL. Y posterior a ese 1996, la vida de Doña Clara.

CT. Yo seguí trabajando igual, mis hijos me ayudaban, ya yo tenía los hijos fuera, ya habían regresado; el mayor fue el único que no regresó, pero el mayor vino, tan pronto se enteró de su padre, de la operación de su padre, él vino. Ya él vino de Polonia, porque él donde vive es en Varsovia, él vino el día que le dieron de alta y se quedó con nosotros hasta que murió, muchos días después, se quedó aquí. Con todos sus hijos murió.

PDL. Me decía que usted siguió trabajando.

CT. Sí, yo seguí trabajando, hasta que me presioné.

PDL. Trabajando en la biblioteca.

CT. Trabajando en la biblioteca, yo trabajaba en el Instituto Dominicano GreY, también.

PDL. ¿Instituto Dominicano?

CT. Grey, que era de la esposa de Rafael Herrera, de Doña Rosa González de Herrera, yo trabajaba ahí. En la biblioteca de Don Rafael, ahí yo trabajaba.

PDL. El señor Don Rafael Herrera.

CT. Herrera, sí, el director del Listín Diario; en su biblioteca personal, la biblioteca de su casa, que era la misma casa donde estaba el Instituto Grey. Y después me pensioné, yo me pensioné en la biblioteca de la universidad, yo pensioné en el año… yo entré en el 46 y a los 30 años exactamente me pensioné, en el 76.

PDL. Doña Clara, cuéntenos un poquito, por favor, sobre la experiencia suya con Don Rafael Herrera, ese gran hombre.

CT. Don Rafael era una persona divina, ay sí: muy buena, muy amable, muy cariñoso, muy comprensivo. Su casa era el refugio de todas las personas perseguidas, todas las personas perseguidas, y él diligenciaba todos los problemas y ayudaba a solucionar los problemas a todas las personas perseguidas.

PDL. Sí, hay muchas anécdotas que lo mencionan a él.

CT. Ah, no, no, no, eso era una cosa, el refugio.

PDL. ¿Usted recuerda?

CT. Claro, a todos ellos los recuerdo, porque lo primero –donde nos metían- era en la biblioteca, que era una sala; y ahí, como él sabía que yo era mujer de un perseguido y de un revolucionario, y él además me conocía de pequeña, porque él es banilejo y yo soy banileja. Pero es la persona más solidaria… en esa casa, ya le digo, el refugio de los perseguidos.

PDL. Doña Clara, ¿quiénes pasaron por ahí, quiénes usted recuerda?

CT. Bueno, yo recuerdo a Genao, el que era marido de Arlette.

NG. A Blanco Genao.

CT. Dago Genao. Yo recuerdo muchos, muchos, muchos.

PDL. Que se sentaron en la biblioteca.

CT. En la biblioteca, ahí, perseguidos, perseguidos.

PDL. En la casa de Rafael Herrera

CT. Sí, ahí, donde yo trabajaba.

PDL. ¿Y a quiénes más?, sería importante, son datos interesantes.

CT. No recuerdo.

PDL. Pero sí son varias, muchas personas.

CT. Sí, doy fe que eran muchas personas, y cosa que no se refugiaban en la casa pero que ellos le diligenciaban todos los medios para ayudarlos.

PDL. ¿Y cuál era la tramitación –el caso de esa persona que usted recuerda-?

CT. No, no, no, bueno, en realidad yo no lo sabía, porque yo sabía que estaban haciendo eso porque eso era público que lo hacían ellos, conmigo ahí; no me decían nada, pero yo lo sabía, porque yo, como revolucionaria al fin, como la experiencia que tenía, yo sabía esos trámites, yo sabía ese movimiento que había. A Narciso, la mujer de Narciso trabajó allá, cuántas veces nos diligenció esas cosas.

PDL. Y como le dije, tenemos anécdotas claves de personas que fueron auxiliadas por Don Rafael Herrera, e intercedió también frente al gobierno de Balaguer.

CT. Intercedió por mucha gente, no por una, sino por muchas, muchas.

PDL. Bueno, de nuestra parte queremos saber si Natalia tiene algunas preguntas, o alguna consideración, que de principio quería ponerla ahí para escuchar de Natalia esa infancia, esa niñez, pero ella ha rehusado. No sé si por favor, lo que usted recuerda de la guerra, el caso de esa visión de una niña recordando a su papá, quiero que sea en la voz de ella. Por favor, profesora.

NG. Imagínate.

CT. El día que estalló la Revolución.

PDL. Que ella recuerde eso, a viva voz, que nos diga esa parte.

CT. El día que estalló la Revolución, que Manolo llegó a la casa, nosotros estábamos despidiendo –en el Lina- a una tía que había venido a pasar un tiempo con nosotros desde España. Primero salimos y nos atemorizamos y tuvimos que ir soslayando las calles principales, porque nos decían: “eso no es de ustedes, esto es del pueblo”. Y andábamos con esta tía que había pasado la Guerra Civil Española, tenía un terror, se aterrorizó; hasta que llegamos a la casa. Y en la casa, Manolo, tan pronto llegó de la comida se vistió, envestido, con una cámara fotográfica.

PDL. Una especie como de turista.

CT. Sí, y entonces su cámara fotográfica y su pistola. Y Natalia desde arriba, vivíamos en una tercera planta, que era bastante alta, nosotros escondiendo, ella va con su cámara, como periodista, y dice: “Pero lleva pistola –y nosotros tapándole la boca- sí, mami, tiene una pistola, papi lleva la pistola”.

NG. Porque yo tenía cuatro años; eso fue en Abril del 65 y yo cumplía los cinco años en noviembre del 65; de modo que ahí los recuerdos son muy fragmentados. Yo tengo el recuerdo de la llegada de mami, tía Margarita y papi a la casa, y que papi inmediatamente –era la sala, y entonces venía un pasillo grandísimo pa´ donde se iba a la habitación- él inmediatamente se metió en el pasillo, llegó a su habitación, yo estaba en la sala, y él fue a buscar la pistola. ¿Cómo lo sé? No sé, o sea, no sé si hubo el comentario de que él iba a buscar, yo sé que él iba a buscar, ese es el recuerdo, que él fue a buscar la pistola y que salió. Y después, recuerdos de papi durante la Revolución, son así, muy fragmentados, porque, por ejemplo, a nosotros, a María del Mar y a mí nos llevaron al frente del Morgan, del Luis Eduardo Aybar, que era donde vivía tía Margarita, la hermana de mi papá. Y entonces, mi tío Elpidio nos llevaba los fines de semanas a ver a mi papá.

Y recuerdo, por ejemplo, muy vividamente, la habitación donde dormían ellos, en el comando San Lázaro, y que habían una cantidad de bicuises, como dicen (risas), muy bonitos, que era un convento. Y otro recuerdo es el de Amadeo Conde, Amadeo Conde estaba en ese comando, y en uno de esos sábados él tenía un fusil, no sé cuál era, porque no puedo decirlo, y él comenzó a enseñarnos cómo se desarmaba, después el pobre Amadeo, lo recuerdo porque Amadeo después murió, lo mataron en la misma revolución. También otro recuerdo es de Caamaño, o sea, Caamaño –no sé qué fue- una noche, que me parece a mí que fue cuando fue a despedir los comandos, cuando comenzó a despedirse los comandos, a desarticularse los comandos. Yo recuerdo que Caamaño estaba en el comando y me cargó y me dijo que yo era una niña muy bonita, eso es un recuerdo. Claro, fue Caamaño, no digo yo, tengo que recordarme de Caamaño obligatoriamente; así como María del Mar, mi hermana, se acuerda de Juan Bosch cuando fue presidente, cuando le dio el besito en la calle El Conde, yo recuerdo perfectamente que Caamaño me cargó, me besó y me dijo que yo era una niña muy bonita.

Después de ahí los recuerdos son muy, o sea, es difícil recordar esas cosas, porque para nosotros, porque estuvimos tan involucrados en la Revolución, fue muy duro, porque después de la Revolución hubo una gran persecución, a la mayoría de los muchachos que vivían en la misma calle; nosotros vivíamos en la Ciudad de Intramuros, en la Salomé Ureña esquina Duarte, y en la Salomé Ureña y entre Hostos y José Reyes vivían muchos de esos muchachos que habían participado en la Guerra, compañeros de combate, con papi. Entonces, cada vez que aparecía uno, por ejemplo, a Guillén, que lo mataron, Guillén vivía cerca de casa, luego la época de Balaguer, Amaury Germán Aristy. Las persecuciones, por mi casa eran constantes los allanamientos, o sea, entre la Duarte, entre la Luperón y el Conde y la Hostos y la José Reyes, eran constantes los allanamientos. Y Amaury constantemente iban a buscarlo a casa de doña Manolita.

Entonces para nosotros era chocante cada vez, primero por la situación de que ya en los años 70 papi estaba en casa escondido, escondido en casa, retorna el 13 de febrero, escondido en casa, yo ya tenía nueve años en esa época; y entonces viene a esconderse en mi casa con una pistola y dispuesto a que el día que suban y allane, o sea, cada vez que sonaba el timbre en mi casa era un tensión increíble, porque nosotros sabíamos que el día que abrieran mi papá no se iba a dejar coger vivo, y nos íbamos a morir todos, o sea, porque papi iba a tirar. O sea, evidentemente eso fue una tensión muy grande, para nosotros esa época fue muy traumática.

O sea, yo recuerdo que hasta hace poco tiempo, hasta hace muy poco tiempo, yo no podía oír el himno de la Revolución, porque me fajaba a llorar, o yo no podía recordar una juventud tan triste, porque fue muy triste, los doce años de Balaguer fueron muy tristes para nosotros. Primero por cada vez que mataban a uno más, cada vez que desaparecía uno más: Orlando Martínez, por ejemplo, Orlando Martínez iba a donde papi, bueno, casi todas las semanas iba una o dos veces, porque papi fue un revolucionario muy extraño, muy extraño o muy diferente a muchos de los revolucionarios que tuvimos nosotros en este país. O sea, papi estaba escondido y papi trabajaba, papi aportaba a los gastos de la casa, o sea, papi escondido hacía sus trabajos para poder ayudar a mami en el trabajo, que mami trabajaba en la biblioteca.

Entonces Orlando iba a casa y se ponía a discutir con papi algunas cosas, cuestiones del Partido, me imagino yo, o a corregir trabajos, artículos. Y Orlando, por ejemplo, le encantaba el cine, y nos ponía a cuidar el carro de él cuando él iba al Rialto. Entonces, para nosotros, el hecho que un día, ese día, para nosotros fue fatídico, o sea, nos llaman, que habían baleado a Orlando, la primera reacción de papi fue darme una galleta a mí (risas), no me pregunte por qué, o sea, yo era muy preguntona, y lo primero que hizo fue darme una galleta, por ahí empezó todo; y la muerte de Orlando para nosotros fue traumática. Igual, voy para atrás, de nuevo, aquella manifestación en donde balearon a Altagracia Amelia Ricart, yo todavía recuerdo lo que sonaba, la música que sonaba en la radio cuando estaban dando las noticias.

CT. Nueve de febrero.

NG. O cuando estaban dando la noticia cuando le dieron el Golpe de Estado a Salvador, o sea. Entonces, hay muchas cosas, los recuerdos míos son visuales, auditivos, hasta de olores, o sea, de esa época, pero lo que quedó fue el trauma, el trauma y una niñez que, nosotros tuvimos –para poder ser normales- tuvimos que luchar mucho. O sea, el ser normales, el ser personas psicológicamente estables, yo creo que ha sido un trabajo que hemos tenido que hacer los hijos de Manolo y me imagino que los hijos de todos esos luchadores; o sea, el poder ser estable, psicológicamente, después de haber pasado un período tan terrible, es un logro.

PDL. Entre el 70 y el 75, en esos cinco años, Manolo, en su misma casa tiene pasar de incógnito ante la sociedad.

NG. Él estaba entre casa, él iba a Santiago, él estuvo en un proyecto de Santiago; porque, supuestamente, hasta donde yo tengo entendido, eso tendría que preguntárselo a Manuel Emilio, porque a mí no me hablaban mucho, no me decían mucha cosa. Yo sé que papi iba a organizar los grupos campesinos, porque se estaba buscando un apoyo en el campo para la Guerrilla de Caamaño; eso es lo que yo tengo entendido. Entonces papi se la pasaba entre Santiago y Santo Domingo. Llegaba todo el aparataje de la llegada escondida papi a mi casa, constantemente, los compañeros que ayudaban: Norberto Roca, no me acuerdo si Alfredito también

CT. Sí, Alfredito Conde.

NG. Alfredito Conde, en un momento determinado que yo iba a casa de mi padrino, en Santiago, yo iba a ver a mi papá a casa de Alfredito Conde, porque mi padrino me llevaba allá; o sea, yo sé que mi papá estuvo trabajando con los campesinos, y que tuvo un proyecto de tabaco también.

A mí me dijeron que los reyes eran los papás y la mamá (risas), y a los cinco años, cuando a mi papá lo deportaron, vino doña Cobita, la esposa de Héctor Ramírez Pereyra, y me dijo: “mira, ya ta´ bueno, aquí no se te puede comprar regalo, los papás y la mamá son los que compran los regalos”. O sea, cosas así que son las que marcan a uno, que por suerte que me han marcado que yo me río ahora de esas cosas, porque otros estuvieran llorando y poniéndose histérico. O sea, es lo que me ha formado como ser humano, todas esas experiencias vividas, experiencia política, experiencia cultural, porque fue también una experiencia hermosa, culturalmente hablando, el hecho que ya después que papi llega, en los años 70, llega con todo lo que era el movimiento en contra de Franco, y toda la poesía aquella, del exilio, me llega a mí en esa época, a tal punto que yo conocía más los poetas del exilio español que los poetas dominicanos; o sea, que yo conocía a Gabriel Zelaya, a Blaz de Otero, a todos ellos, a León Felipe, a todos ellos más que a los poetas dominicanos.

PDL. Se puede decir que Manolo se trae desde España esa influencia y la transmite a su familia.

NG. Sí.

PDL. Natalia, a partir de la década –diríamos- de los 70 en adelante, nos cuenta doña Clara que empieza como una alternativa para salvaguardar la vida de sus hijos, a buscarle fuera del país, esa experiencia, esos recuerdos.

NG. Bueno, yo recuerdo perfectamente cuando mi hermano se fue, Carlos Eduardo.

PDL. En el 79.

NG. No, el primero, mi primer hermano.

CT. En el 69.

NG. Carlos Eduardo, que se fue para Bulgaria, o sea, yo recuerdo que el me dejó un disco de los Saint Peppers (risas), yo no sé dónde se perdió, pero me recuerdo muy bien de eso. Después se fue mi hermano Manuel Emilio, mi hermano Manuel Emilio me dio mucho dolor de cabeza…

CT. En el 72.

NG. Porque mi hermano Manuel Emilio se metía en las manifestaciones de los estudiantes que salían del Rodríguez Objío, y entonces pasaban por la José Reyes con Salomé Ureña, y cuando yo veía las manifestaciones yo comenzaba a vocear desde el barcón de mi casa: “¡ese muchacho, ese muchacho!”. Claro, porque mami estaba en la universidad, trabajando, y nosotros éramos que estábamos en casa, o sea, y teníamos que estar atentos, y por suerte que se fue Manuel Emilio, para mí fue más doloroso que se fuera Manuel Emilio, que se fuera Carlos Eduardo, porque Manuel Emilio era mi hermano más querido, y yo era su hermana más querida; o sea, teníamos una muy buena relación. Él me obligó a bautizarme en la iglesia evangélica (risas), me llevaba a la iglesia evangélica obligao´; ahí fue que aprendió él las dotes de orador. Y entonces después se fue Manuel Emilio y finalmente mi hermana en el 75, y me quedé yo sola con papi y mami.

PDL. Se bautizó muy jovencita en la iglesia evangélica.

CT. Yo ni me acuerdo, como en el 72, algo así, o antes de que se fuera; la cuestión es que me quedé en el momento en que ya papi sale del escondite, y ya sale a la luz, entonces ahí ¡tráquete!, lo cogen preso.

CT. Preso, Balaguer.

NG. Yo cumplí mis 15 años, hay una foto de las que ustedes se llevaron, mis 15 años los cumplí con mi papá preso en la cárcel.

PDL. Que nos enseñó que el rostro suyo no estaba muy alegre.

NG. Lo que se supone que debe ser un período para todas las jovencitas, yo estaba visitando a mi papá todos los jueves y los sábados, los domingos, a la Victoria. En esa época estaba en segundo de bachillerato y quemé la física, la mandé para julio, la física y la geometría. Y entonces, nada, mi papá estaba preso; por suerte, una noticia maravillosa fue que en el tiempo que papi estaba preso, por la gracia de Dios, 20 de noviembre de 1975 murió Franco, entonces esa era la alegría más grande, y era la persona hacia uno dirigía los mayores odios, porque era el culpable de todo ese exilio que habían vivido mi papa y mis tías.

Entonces, nada, después de ahí ya comienza todo el período que papi sale de la cárcel con todos los dientes rotos, debaratao´, y vuelve a rehacer su vida. Yo me quedo con ellos, la única que no se fue fui yo, yo me quedé con mami y papi, ya ellos no estaban tan jovencitos y alguien tenía que quedarse.

PDL. ¿Cómo fue rehacer esa –a un revolucionario, aún así, aun por la edad, con los achaques- cómo rehace su vida, lo social?

NG. Papi era un hombre extremadamente trabajador y muy sociable, o sea, quizás no era el hombre más cariñoso del mundo dentro de la casa, pero era un hombre extremadamente trabajador y sociable con todos sus amigos, todo el mundo lo quería.

PDL. Cuenta doña Clara que cocinaba.

NG. Papi cocinaba muy bien, nos enseñó a todos a cocinar, todos aprendimos a cocinar con él.

PDL. Bueno, para finalizar –de mi parte- este interesante encuentro, quiero dejar la oportunidad, que sean ustedes mismas que cierren –diríamos- este capítulo de autobiografía con algunas cosas que quieran añadir, que ustedes entiendan que debe estar aquí, en este trabajo; porque en estas entrevistas hemos abordado, no tan solo la vida de doña Clara Tejera, sino la vida de Manolo, la vida de una familia, la vida de una persona extranjera que ama el país y que se entrega al país, hay muchos tópicos interesantísimos en esta entrevistas. De esas tantas cosas que hemos abordado, que ustedes crean que puedan –diríamos- añadir, esta es la oportunidad si quieren subrayar algo, decir algo más. Natalia, y después entonces doña Clara para finalizar este encuentro.

NG. Bueno, yo recalco mucho que a pesar de todas las experiencias traumáticas, a pesar de toda la tristeza que envuelve esa vida, esa fue la vida que nos tocó vivir, y la vida que nos ha formado como seres humanos, que eso es lo más importante; o sea, es lo que nos ha hecho ser humanos y seguir amando a la gente. A mí me parece que a pesar de todo eso hay una escuela, y esa escuela no se la tengo que agradecer a Balaguer ni a nadie, se la tengo que agradecer a la familia que tuve. Tuve una madre que fue muy centrada y un padre que fue excelente padre. Y nada, eso fue lo que nos tocó y tenemos que estar agradecidos de eso porque eso es lo que nos ha hecho seres humanos.

PDL. Así es, doña Clara.

CT. Yo comparto con ella todo eso.

PDL. Así es. Agradecido de verdad, por su tiempo, pero si quiere decir algo dígalo.

CT. No, no, no, no, ya está bien.

NG. Mira, ¿tú sabes una cosa que yo quiero decir?, que para mí la experiencia más bonita y más excelente de toda mi vida fue cuando Balaguer se fue, apoyando a mami.

PDL. Se alegró.

NG. Yo creo que una de las cosas que más nos marcó a nosotros fue la ida finalmente de Balaguer, y que el gobierno de Antonio Guzmán, o sea, ahora los historiadores lo califican de una u otra manera, pero para mí fue la primera vez que respiramos un aire de libertad y la primera vez que respiramos aire puro. Entonces eso yo lo voy a recordar toda mi vida, ¿por qué? Óyeme, había un anuncio que decía Son las diez de la noche, ¿dónde están tus hijos? Y tú no podías juntarte en una esquina con un grupo de gente, porque seguido te separaban y comenzaban a decir que tú estabas conspirando contra el gobierno. Entonces, para nosotros la salida de Balaguer fue algo significativo históricamente, así como fue un dolor inmenso el que ese señor volviera en el año 86. Yo, en el año 86 había ya dado a luz a mi primera hija, y a mí me dio una pena tan grande que mi hija viviera, tuviera que vivir en un gobierno, naciera en el gobierno que yo más he odiado, para mí fue triste.

CT. Yo creo que el gobierno más nefasto que ha tenido este país, Joaquín Balaguer.

NG. Por suerte que se murió y que no duró para semilla (risas).

PDL. Bueno, agradecido de verdad por ese tiempo y por compartir con nosotros y con los jóvenes de esta y las futuras generaciones esa vivencia. Y yo sé que hay mucho material, muchos insumos, ahí, para aclarar y escribir lo que es la historia contemporánea del país.

De esta forma finalizan los encuentros con la destacada bibliotecóloga y luchadora, Doña Clara Tejera, esposa de Manolo González, comandante, comando de San Lázaro, quien fue un antitrujillista y que luchó arduamente entre las décadas –diríamos- 40 hasta el 70, 80, 90, forma parte de la vida cotidiana y la historia contemporánea del país.

Con estos encuentros, repetimos, vamos a nutrir proyectos de Historia Local, Vida Cotidiana, Guerra de Abril del 65 y Refugiados Españoles. Asistencia técnica en video, Yoselyn Espinal, participaron activamente la historiadora Natalia González, hija de Manolo y de doña Clara Tejera, y como hilo conductual la autobiografía de doña Clara Tejera. Pedro De León, de Historia Oral.

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