sábado, 13 de noviembre de 2010

Testimonio de Juan Benito Zaragoza

Testimonio de Juan Benito Zaragoza
Lugar de entrevista Santo Domingo
Fecha de la entrevista 18/03/2009
Investigadores: Pedro De León C. y Natalia González
Transcripción: Esmirnalee Santana
Proyecto: Refugiados Españoles


Presentación.

Pedro De León C. (PDL). Hoy es miércoles 18 de marzo del año 2009, nos encontramos en el Respaldo Eda, Santo Domingo, República Dominicana, en la residencia del señor Juan Benito, con el cual estaremos conversando sobre su vida, su vivencia0. Enmarcada esta conversación dentro del proyecto Refugiados Españoles en la República Dominicana. La destacada profesora Natalia González estará dirigiendo esta interesante entrevista, y por el Archivo General de la Nación la asistencia técnica en video de Juan Sánchez y un servidor Pedro De León, nos acompañará también la señora esposa del señor Juan Benito, la señora Josefina Cáceres de Benito. Siendo las 11:27 minutos de la mañana inicia esta interesante entrevista.

Natalia González (NG). Buenos días don Juan.

Juan Benito Zaragoza (JBZ). Buenos días

NG. Vamos a empezar recordando, usted nos dice su nombre, dónde nació y sus vivencias, las primeras experiencias de antes de llegar a la República Dominicana. Puede empezar, tiene el micrófono.

JBZ. Antes de comenzar la narración quiero dar las gracias a Juan Gil, a Eduardo Paíno, porque a través de ellos fue que yo me enteré del movimiento de los Niños de la Guerra, que me agradó mucho, porque por primera vez a los Refugiados Españoles se le está dando un valor que nunca se lo habían dado, porque éramos simplemente apátrida y refugiados. Quiero también agradecer al gobierno español de ahora, por ese motivo y por el otro, que es que ya los nietos de nosotros pueden ser nacionales españoles. Dicho estas palabras de reconocimiento, comienzo mi narración.

Mi nombre es Juan Benito Zaragoza, nacido en Madrid, España, el 17 de junio de 1931. Cuando comenzó la guerra vivíamos en Madrid, cuando la guerra fue empeorando nos fuimos a vivir pa´ Carabanchel. Hay dos Carabanchel: el alto y bajo, pero yo no recuerdo cuál de los dos era, porque mi padre, mi padre y mi tío fueron a luchar en defensa del gobierno español legítimamente legítimo.

De Carabanchel, cuando ya la cosa se fue poniendo peor, mi padre nos trasladaron, y mi tío, nos mandaron para Barcelona. Llegando a Barcelona hubo un bombardeo grandísimo, y tuvimos que guarecernos en un almacén de bebida de cava, que es parecida al champán. Cuan paró el bombardeo, al otro día fuimos a Moncada y Reixach, que es un pueblecito en la cercanía de Barcelona, ahí estuvimos bastante tiempo hasta que ya de ahí pasamos para ir para Francia. Cuando salimos para Francia, salimos en unos camiones, y en la carretera íbamos recorriendo niños y personas ya de cierta edad. Pasamos por un pueblo, que no recuerdo el nombre, que ahí no había pueblo, ahí lo único que había eran escombros. Llegamos a Francia, la familia que íbamos era mi mamá, mi abuelito, mi abuelita y mi bisabuela, llegamos a Francia, y ahí le doy gracias al gobierno francés, porque nos dio refugio, y eso fue lo que hizo con nosotros, nos dio refugio.

Lo que yo sentí, a la edad que yo tenía, sin saber por qué salí de mi tierra, sin saber por qué yo no me entendía en la tierra que yo estaba, porque ellos hablaban francés, yo hablaba español, y sin saber qué le había pasado a mi padre y a mi tío, porque nosotros salimos pero ellos se quedaron. Pasaron muchos meses, meses y meses sin saber ni de mi padre ni de mi tío. Nos escribieron de España, un familiar que se quedó, diciendo que donde estaban mi tío y mi padre ahí habían muerto todos. Gracias a Dios, a los ocho meses, o seis meses recibimos que ya mi padre estaba vivo, y mi tío; estaban en un campo de concentración que le llamaban Perpiñán.

Nosotros nos refugiaron en Francia, en un pueblecito cerca de Angers, que se llamaba Trélazé, y era en una mina abandonada de pizarra, que la mina se hundió en una parte y había una lago, entonces en los horcones que quedaron, ahí nos refugiaron a nosotros. Como no había divisiones de ninguna clase, cada familia se la ingenió para, con cuerdas y con sacos, independizarnos, buscando cierto tipo de privacidad entre cada una de la familia.

En el transcurso que estábamos no había ninguna comisión sanitaria, todo se hacía en una cubeta, y se subían por la noche, porque era en una guardilla en el día, ahí se hacían todas las necesidades y al otro día, por la mañana, los mayores la bajaban, yo no sé qué hacían con ella. Se murió un niño de difteria y nos vacunaron a todos, y nunca se me olvidará, porque a mí nunca me habían puesto una inyección, es decir, que ese día me la pusieron detrás de omóplato, y eso produce una fiebre, que estuvimos varios días que no podíamos ni caminar y con una fiebre altísima.

Después entramos ya en un colegio, y en el colegio ya yo tuve contacto con niños franceses, no nos entendíamos pero por lo menos aprendí el francés, a hablarlo, no aprendí a escribirlo, pero terminé hablando el francés con una pronunciación muy buena.

Después que supimos ya de mi padre, él se trató de escaparse de ese campo de concentración, porque quería vernos a nosotros, lo detuvieron y lo mandaron pa´ otro campo que era como una playa, que ahí no había nada, nada más que una playa, que era mucho peor que el otro, nunca recuerdo el nombre, pero yo sé que era en una playa y que era peor que el otro.

Cuando llegó la hora de que ya los alemanes le declaran la guerra a Francia, entonces nosotros, ya los refugiados teníamos otros; o nos devolvían para España o nos mandaban pa´ otro sitio, ninguno de nosotros queríamos ir para España, sobre todo por mi tío y por mi padre, porque si iban a ir, iban a morir fusilados, desde que entraran en territorio español los iban a fusilar, porque pelearon en la Guerra defendiendo lo que ellos entendían que tenían que defender.

Cuando llegamos a Burdeos, que fue donde nos llevaron para subir al barco, mi padre llegó, pero mi tío no llegó. Entonces, mi tía Manolita, que era la esposa de mi tío, se quedó en Burdeos; usted no se puede imaginar, con una niña chiquita, que se llamaba Lina, el dolor para nosotros, de ver que mi tío no pudo coger el barco, que se quedaba Manolita sola con esa niña.

Cuando llegamos al país, primero fuimos en un barco que se llamaba La Salle, el barco fue a Marrueco, estuvimos no sé si un mes, estuvimos mucho tiempo, porque era esperando que se juntaran muchos barcos para formar un convoy para ir escoltados, para que no nos hundieran, porque ya la guerra con Alemania y Francia ya había comenzado. En el trayecto de llegada para acá hundieron uno de los barcos, por suerte era un barco de carga, no era de los que iban con refugiados. En el barco veníamos nosotros en las bodegas, en las bodegas hicieron unos obliteres, camarotes de madera, y ahí era que dormíamos, pero parece ser que ese barco había transportado reiterada veces tabaco, y eso era un olor a tabaco que yo creo que por eso es que hoy yo tengo enfisema, porque me gusto tanto, al final, el olor, que he sido un fumador empedernido, después de eso.

Cuando llegamos a República Dominicana, llegamos a Puerto Plata, nos recibieron con los brazos abiertos, con mucho cariño, y el pueblo dominicano demostró que cuando un español viene aquí, no se siente como un extranjero, sino se siente como un dominicano más. El agradecimiento que yo le tengo a este pueblo, no hay ni palabra ni dinero, palabra para expresarlo, y dinero con qué pagar.

De Puerto Plata fuimos en un tren muy pequeñito, hasta una población, que no recuerdo cuál era, y de ahí nos montaron en un camión y nos llevaron para Dajabón. Estuvimos viviendo en Dajabón muchísimo tiempo, nos dieron una casita que era de madera, techada de cana, el piso no era de concreto, era piso de tierra, y estuvimos ahí hasta que mi papá consiguió un empleo. Mi papá consiguió un empleo de peón, haciendo zanja, después de peón pasó a capataz, porque el ingeniero se dio cuenta de los conocimientos, que no era de un peón. Pero de ahí nos mandaron, nos buscaron en camiones, nos mandaron para Medina, y nos entregaron una casita, en Medina, un burro, -que yo le puse Carmelo- y una finca, que lo que había era hierba pangola y mucho aguacate. Estuvimos varios meses comiendo aguacate, nada más, que Dios bendiga ese fruto, qué bueno es, y estábamos gorditos. Y le pusimos Carmelo, al burro, porque la única distracción que yo tenía –como niño- era el burro. Pero ese burro tenía una peculiaridad, que él no tenía na´ de burro, a él no le gustaba andar. Entonces no le daban agua en el día, pa´ que le diera sed, pa´ entonces llevarlo pa´l río, porque como tenía sed. Entonces me montaban en el burro y el burro me llevaba al río, bebía agua y me devolvía pa´ la casa, y ahí me bajaba.

Después, como mi papá no sabía nada de agricultura, ni era campesino, él habló con unas personas dominicanas, entonces lo pusieron en contacto con la compañía Silver Standard Oil, era en una compañía que vino al país para hacer estudio de búsqueda de petróleo. A mi papá le entró, llevó su documentación y lo pusieron a trabajar primero como delineante, y después ya trabajó en el campo, en las perforaciones.

NG. Don Juan, perdone que lo interrumpa. Quisiéramos saber cual era la profesión, qué había estudiado su padre o en qué se había especializado. Otra pregunta también, a parte de esa, es que usted nos cuenta que él estuvo de la defensa de Madrid y que de ahí ustedes pasaron entonces a Barcelona. ¿Su padre pertenecía a algún partido político o era simple y llanamente un republicano más, como la mayoría de las personas?

JBZ. No, mi padre era republicano, pero era de izquierda, lo que yo nunca supe a qué partido pertenecía, y mi tío también. Yo sé que era de izquierda, pero republica.

NG. Republicano, era como la mayoría. Otra cosa, Don Juan, ¿usted recuerda alguna anécdota de su vida en Francia, a parte de que fue a la escuela y que aprendió francés? ¿Se reunían ustedes con otros españoles que estaban en las mismas condiciones que ustedes?

JBZ. Bueno, nosotros vivíamos –como yo le dije- en una guardilla, un grupo de muchos refugiados que estábamos ahí, y ahí había niños, había niñas, y ahí jugábamos y nos entreteníamos juntos. Pero fuera de ese entorno no conocí a más españoles, nada más que los que estábamos en el Refugio.

NG. En ese entorno, en donde ustedes vivían –que usted nos dijo que era una mina de pizarra-, cancelada, ¿había una organización específica de que “por la mañana vamos a hacer esto”? ¿Había maestras que se preocupaban por enseñarles a leer y cosas de esas?

JBZ. Déjeme explicarle, tenía que haberla, porque dentro del –con las limitaciones que teníamos- había mucha organización, y había mucho respeto, y había mucha unión, porque yo digo que los problemas aúnan las personas, y más si son de la misma nacionalidad. Tenía que haber eso, pero no recuerdo quiénes eran las personas que estaban encargados de eso, ni los que dirigían, yo sé que había reuniones, pero que los niños no participaban nunca en nada de eso.

NG. En la ficha de su padre, su padre está como delineante.

JBZ. Déjeme explicarle, mi papá estudiaba medicina, comenzó estudiando medicina, y tuvo que dejarlo, porque la primera vez que vio abrir un cadáver, se mareó y casi pierde el conocimiento, entonces tuvo que suspender la medicina, y se puso a estudiar Ingeniería de Puerto Canino y Canaé.

Cuando él comenzó a estudiar, entonces hay una anécdota muy buena de mi padre, cuando ganó la República, que ya se instauró el gobierno, mi padre fue a hablar con un profesor de él, de cuando él estudiaba medicina, para comentar con él, porque era un republicano y un socialista de esos de primera; y le dijo: “profesor, lo veo muy triste, ¿por qué usted está tan triste, si ya tenemos un gobierno restaurado, republicano, y ya hay una democracia, y va a haber un socialismo?”. “Ah, porque yo, como médico, te digo que un parto sin sangre, es un matrimonio”. Palabras y así sucedieron; la cantidad de muertos que hubo en España con la Guerra Civil Española, eso es una cosa incalculable. Y yo le pido a Dios que nunca jamás en España vuelva, ni aquí, en República Dominicana suceda tampoco, una lucha entre personas de la misma nacionalidad, entre hermanos, se lo pido a Dios, eso.

NG. Nos quedamos cuando su padre llega a la Capital y comienza a hacer sus diligencias de trabajo.

JBZ. Pero me faltó decir que mi papá trabajaba pa´ la compañía (…), que era una compañía alemana, que era la que se encargaba de hacer todos los estudios de las vías férreas de España. Entonces, cuando llegamos aquí ya él trabajaba, entonces fuimos a Azua. Vivimos en Azua muchísimo tiempo, en Azua yo era el niño lindo, porque era un hijo de la Madre Patria, el dominicano tan cariñoso, tan afectuoso, yo me adueñé de Azua. Yo, después, yo decía que yo era azuano, hasta que me casé con mi esposa y ahora soy mocano, yo no me pierdo en eso. Pero donde quiera que yo estuve yo me sentí como si hubiera sido un dominicano de nacimiento.

Cuando ya vinimos a la Capital, ya mi padre trabajaba en la Silver Estándar Oil, como vice, pero esa compañía acabó los estudios, tenía que irse para Venezuela. Entonces a mi padre querían trasladarlo para Venezuela, pero mi abuelito –que en paz descanse- estaba en muy mala situación mental y física, estaba muy mal; entonces le dijeron que si cogía un avión (era muy peligroso), pero a papa le gustó este país, y nos quedamos aquí.

Entonces trabajó en Esteban, y mi papá, como había sido estudiante de medicina, lo hicieron encargado, un laboratorio; representante y visitador médico en un laboratorio que se llamaba “Ledsay”, que era un laboratorio americano. Después que trabajó muchos años en el Esteba Elba, fue a trabajar para la Casa Ciba, que es una compañía suiza muy poderosa, en medicina, que la representaba el señor Lolón Guerrero, y mi padre entonces era el representante de la Ciba en el país. Ahí estuvo hasta que ya por la edad se retiró, entonces ya con otra razón más, mi papá.

NG. Don Juan, ¿dónde estudió usted –en Azua y en la Capital- y si en algún momento, en esos momentos de estudios, usted se reunió con otros refugiados como usted?

JBZ. Bueno, sí; yo me junté con algunos refugiados. Yo, con los que no hice mucha liga, no sé por qué, me arrepiento ahora, era con los españoles que ya vivían aquí. No hice liga nunca, yo no fui socio de la Casa España, ni lo soy todavía, me gustaría serlo, porque ya yo he olvidado todo y yo digo que todos somos hermanos; y yo perdono a todos los que son franquistas, todos yo los perdono ya, dentro de mi corazón no hay odio, para mí todos somos hermanos españoles; aunque nos hicieron sufrir mucho, pero somos hermanos españoles; pero me reunía con refugiados.

Yo tuve la suerte de que antes de ingresar en la universidad yo estudiaba pintura y escultura en Las Mercedes, en la escuela; y ahí los profesores estaban Vela Zanetti, español, Manolo Pascual, escultor español; Cauchá, gran paisajista español; Audor, fue un alemán también refugiado. Prat Bentó y una cantidad de profesores dominicanos que eran los menos, porque quien fundó aquí esa escuela fueron los españoles refugiados.

NG. Los estudios.

JBZ. Entonces ahí conocí yo a Eduardo Ubago, que yo tengo un cuadro de él ahí, Eduardo Ubago, que era español. Y entonces en La Salle me reuní con los Villacañas, con Pedro Villacañas, Antonio Villacañas y Dorca; y nos conocimos un grupo y teníamos cierta relación.

NG. Y afinidad.

JBZ. Después estudié en la Santa Teresita, donde los profesores eran españoles, ahí estaba Funcia y, ahora no me acuerdo del apellido del esposo, que era un refugiado español también. Una eminencia, estaba la esposa, y eso. Bueno, que una hija de ellos fue vicerrectora en la universidad.

NG. Sabater, Don Poncio Sabater.

JBZ. Poncio Sabater, eran españoles. Después ya, cuando ya yo entré en la universidad, salí de Bellas Artes, y me faltaba un año para graduarme, no me gradué. En la universidad entré a estudiar Ingeniería y Arquitectura, porque en ese entonces no había arquitectura, sino el título era Ingeniero Arquitecto: a mí lo que me gustaba era la arquitectura. Estudié Ingeniería y Arquitectura y ahí me encontré entonces con Amós Sabrás, otro Refugiado Español que daba una cátedra brillante de ecuaciones diferenciales y cálculos integrales; y el que daba Química, que era otro hijo de español. O sea, donde quiera que iba yo encontraba un pedacito de España, pero de la España buena, no me malinterpreten, todos son buenos.

Entonces, ya cuando iba avanzando en los estudios me hicieron monitor, después de monitor me hicieron profesor, después de profesor yo fui director del departamento de prisión mucho tiempo. Yo daba Diseño 8, Diseño 3, Geometría descriptiva, que se la daba a los civiles, a los arquitectos y a los electromecánicos. Después fui vice-decano, después fui Decano en dos oportunidades; y después ya yo me enfermé y me jubilaron, entonces me dediqué, dentro de lo que podía, a mi profesión, a nivel ya personal.

NG. Don Juan, otra pregunta, si es muy difícil para usted contestarla, usted me la soslaya. Ustedes no volvieron a España, ¿habían quedado en España más familiares? O sea, ya usted dijo que vinieron los abuelos y la bisabuela, ¿Pero había quedado algún otro familiar, se mantuvo el contacto con esos familiares?

JBZ. Sí, quedaron los padres de mi mamá, que vivían en Madrid; y él tenía el primer taller que hubo en España de Mecánica de Vehículos, los primeros vehículos que llegaron a España fue él que los sacó. Y me quedaron una hermana de mi papá, que era mi tía Milagritos, que murió hace tiempo, que esa estaba casada con un señor que trabajaba en el ministerio de guerra, cuando Franco, que era Franquista; pero que como familia nos escribíamos y todo.

Nunca viajé a España mientras estuvo Franco vivo, y después que él murió me pasaba algo; que cuando tenía dinero para viajar a España, entonces tenía mucho trabajo; entonces cuando dejaba el trabajo, no tenía trabajo, que podía ir a España, entonces no tenía el dinero. Y fui hace a penas como quince años, fui a España por primera vez. Y ahí me junté con un primo, que mi esposa fue que lo localizó a través de la vía telefónica, y lo cogió la señora, y le dijo: “mire, le habla fulanita de tal, que es la esposa de un primo de su esposo”. “Anda, ¿y de dónde ha salido ese primo?”. Entonces ella como que se asustó, y yo: “pónmelo a mí”. Entonces yo le expliqué, y nos juntamos y salimos varias veces, y fue muy emocionante.

Quiero dejar asentado, que no soy una persona muy llorona, pero cuando en el avión dijeron: “estamos entrando en el aeropuerto de Barajas”, eso fue un lloriqueo, y un lloriqueo, y un lloriqueo, que cuando yo bajé todavía seguía llorando. Pero qué lloro tan bonito y qué lloro tan bueno, yo nunca había sentido tanta tranquilidad y tanta paz; porque no quería morirme sin conocer España, sin volver a ir. No he vuelto más, por motivo de salud y a veces por motivo económico, porque como ya no trabajo no he podido volver más; pero ya por salud estoy muy limitado.

PDL. ¿Y esa experiencia allá, en España, a parte de la reunión con su primo? ¿Qué lugares visitó?, cuéntenos eso.

JBZ. Bueno, nosotros primero fuimos a Portugal, porque viajamos por la vía República Dominicana a Lisboa. Estuvimos una semana en Lisboa, me gustó mucho Lisboa, me gustaron mucho más los portugueses, gentes muy afables, muy buenas, muy bonachona. Y después de una semana ahí fuimos a Madrid. Ya de Madrid fuimos a un apartementito pequeño, porque no teníamos pa´ pagar un hotel, que me lo facilitaron a mí, un amigo; un amigo que es dominicano, que se fue a vivir para allá, y tenía ese apartamento y me lo facilitó. De ahí fuimos entonces a conocer parte de España y a comer, porque a los españoles nos gusta comer mucho.

Quiero decirle que allá caminaba como aquí no podía caminar, no me dio dolor en el pecho más nunca en la vida, aquí vivía dándome dolor en el pecho, porque tengo una 27-51 _____ en el pecho, y tengo ______, allá no me dio nada de eso. Comía de todo y fui y conocí, visité los museos: el Museo Naval, el Museo del Prado, fui al Monasterio, fui al Palacio, fui a muchísimos sitios. Y hacíamos tour en autobús, se pagaba y nos llevaban. Me comí mi cochinito, en Segovia; fui a Toledo, fui a Barcelona, porque un pariente de mi esposa era cónsul de República Dominicana en Barcelona, y si lo íbamos a visitar iba a armar un chisme, fuimos para allá, y allá la pasamos muy bien. No conocí lo que yo hubiera querido haber conocido más, porque en un mes, y no con mucho dinero, pues no se pudo conocer tanto, pero me hubiera gustado.

PDL. Don Benito, por favor repítanos esa experiencia suya de la primera vacuna; por el sonido yo sé que quizás no quedó muy bien grabado, hubo un sonido muy fuerte. Por favor, repita esa partecita.

JBZ. Sí, resulta que murió una niña y un niño de difteria, en Francia, cuando estábamos en Francia, entonces el gobierno nos mandó a vacunar a todos. Y yo nunca había visto, porque era una vacuna que era con una jeringa grande, una aguja grandísima, en el omóplato, aquí; entre la espalda y el omóplato, la metía ahí, así. Estuvimos andando así, parecíamos el Jorobado de Nostre Dame, bastante tiempo, todos. Nos dio una fiebre monstruosa, pero no se volvió a morir más nadie de difteria.

PDL. Y más o menos ¿cuántos niños, usted recuerda, jugaban?, más o menos, una idea numérica.

JBZ. Mira, mi mejor amiga era una niña, pero que era una niña que le gustaba el fútbol y le gustaba todo lo que le gustaba a los niños. Ella estaba pelada a coco, porque nos pelaban a coco a todos, porque apareció –en un momento dado- que todos teníamos piojo, entonces nos pelaron a coco, a todos nos pelaron a coco; y gracias a Dios, junto con la pelada, y con eso, desaparecieron los piojos. Y había otros más, pero que hoy ya no recuerdo; hace tanto tiempo, que no recuerdo los nombres, ni nada, pero había muchos niños. Jugábamos fútbol y jugábamos cuarenta mil cosas, porque juguetes no teníamos.

PDL. ¿Pero serían docenas? Docenas de niños, adultos, mucha familia.

JBZ. Sí, sí, había muchos, fueron dos o tres camiones cargados de gentes.

PDL. A ese lugar.

JBZ. Sí, de Refugiados Españoles, no fuimos nosotros solos, fuimos muchos, muchos; después algunos se fueron yendo y nos fuimos quedando algunos.

NG. Y en la Colonia de Medina, donde ustedes fueron, después de Dajabón, ¿había muchos españoles?

JBZ. No, había pocos españoles, donde había muchos españoles fue en otra Colonia, que inclusive hicieron un teatro, lo improvisaron, y hacían obras teatrales y todo, y había mucha liga cultural. Donde estábamos nosotros no había, porque la casa, primero, estaba muy distante, y eran pocos, y se fueron de una vez, se fueron. Porque imagínate, la mayoría de los españoles que vinieron eran casi todos profesionales, y los ponen dizque a sembrar, agricultura tropical, que no sabíamos ni la agricultura de allá. Entonces una finca sin medio, porque lo que le daban era una pala, un machete y un pico, eso fue lo que le dieron a mi padre. Vivimos de aguacate, comiendo aguacate, con todo cariño y con toda sinceridad, se lo merece.

PDL. Don Juan, después de la muerte de Trujillo ¿se efectuaron cambios en el trato, en la política, en la asignación de las tierras, los derechos que ustedes tenían? ¿No hubo merma en eso, se mantuvo todo así?

JBZ. No, bueno, mire, según lo que yo tengo entendido, Trujillo le vendió esa tierra al gobierno Español, o a una institución española, o sea, no fue que se la regaló, fueron compradas. Pero nosotros no teníamos, si había alguna documentación, yo nunca la vi; mis padres murieron, o sea, que yo no sé si esa propiedad legalmente es de nosotros o no. Ni sé dónde queda, porque un día fui a caminar por Medina, y lo que me perdí, salí por la carretera del Cibao y no vi la casita ni nada, donde vivimos. Pero tengo entendido que fue un convenio con el gobierno español, o uno dizque que había pagado y comprado la tierra y la casita; o sea, no fue una donación de Trujillo.

PDL. Pero le digo eso porque no tuvieron ningún inconveniente, la familia de usted.

JBZ. No, ¿allá?

PDL. Sí.

JBZ. ¿Con los dominicanos?

PDL. A nivel de las autoridades, porque tenemos algunas experiencias ya de que a la hora de la muerte de Trujillo, después de la década del 60, hubo algún tipo de inconveniente con ciertas autoridades.

JBZ. No, no, no, porque como nosotros ya abandonamos eso, no pudimos, no. Nosotros, en República Dominicana solamente tuvimos un problema una vez, que fue cuando Trujillo iba para España para visitar a Franco; que un día nos llamaron a todos y nos llevaron para una cosa que está cerca del Palacio, que había una institución policial ahí, de la secreta, yo no sé, y ahí nos juntamos todos los Refugiados Españoles; entonces determinaron que nos iban a mandar para México en una goleta. Pero después, como mi papá tenía muchas relaciones aquí, pues a nosotros nos sacaron, a los Rodríguez Villacañas los sacaron, y finalmente yo creo que se fueron dos nada más para México, que ellos querían irse y se fueron, pero no hubo más problema. Parece que fue una denuncia que hubo, de que éramos comunistas, pero no pudieron, no había nada, y nosotros teníamos muy buenas relaciones ya con funcionarios del gobierno de Trujillo, a nivel personal, con los Peña Batlle, con muchísimas gentes de eso, porque eran intelectuales, eran personas que servían a un régimen porque tenían que servirle, pero como personas eran personas buenas.

PDL. Si la señora Josefina Cáceres quiere decir algo, tiene toda la oportunidad, de verdad.

Josefina Cáceres. Yo oigo, nada más.

PDL. Si quiere abundar, o decir algo más, quizás una anécdota.

JBZ. No, quiero darle las gracias a ustedes.

NG. Perdón, Don Juan, la anécdota del pasaporte, yo quiero que la repita para que la grabemos. Cuando usted contaba de que lo acusaron de comunista cuando usted fue a buscar. Cuéntenos qué edad tenía.

JBZ. Yo no recuerdo bien la edad, pero ya yo tendría, no sé: 14, ó 13, ó 15, ó 16, yo no sé. Yo tenía que salir a viajar para Panamá con mi papá, mi papá tenía pasaporte, y yo fui a la Embajada a solicitar el pasaporte, y lo primero que me preguntaron era que si yo era comunista. Yo le dije que yo no conocía en ninguna parte del mundo un niño tan inteligente y tan genio, y tan fuera de todo, que a la de seis años –que fue cuando yo salí- yo formara parte de un partido. Que no, que yo no, ahora, que si me preguntaban si yo era franquista, le decía que no, que yo era el anti franquista más grande que había en este país. Eso sucedió.

NG. Otra cosa, Don Juan, ¿el único hijo que tuvo su padre fue usted?

JBZ. Yo soy mellizo, pero –según mi mamá- el hermanito mío murió a los 26 días de nacido, porque yo me comía todo y el otro no comía nada, y yo me sentía a veces como el asesino de mi hermanito, porque decían que yo me lo comía todo, sí, que fue el mellizo. Y el mellizo mío se llamaba Antonio Benito Zaragoza.

NG. Y sus padres no tuvieron más hijos aquí.

JBZ. No pudieron tener más hijos, pero yo viví con mucha preocupación muchos años, porque yo no sabía que se había muerto él, pero era yo el que me había muerto, y eso me tenía muy preocupada. Pero mi papá, como inteligente que era, le puso Juan al que nació fuertecito, y le puso Antonio, el nombre de mi mamá, al que nació debilito.

PDL. ¿Su mamá solamente se dedicaba a los quehaceres domésticos?

JBZ. Mi mamá sí, se dedicaba solamente a los quehaceres domésticos.

Pero quiero decirle, que me faltó decirle, que cuando llegamos a Francia yo no hablaba francés, y la mayoría de los que estaban allá no hablaban francés, pero mi mamá y mi abuelito hablaban el francés igual que el español, mi abuelito hablaba el francés igual que el español y mi mamá también.

NG. Eran madrileños los dos.

JBZ. Mi abuelito era madrileño también, todos, el apellido de él era Benito Galván, madrileño. Mi abuelita no hablaba francés, ni mi bisabuela, porque mi bisabuela paterna era de origen vasco, el apellido de ella era Bendía Isás, de origen vasco. Una mujer altísima, porque los madrileños somos chiquitos todos, pero los vascos son altos.

PDL. Si no hay más nada.

JBZ. No, darle las gracias a ustedes por la atención y la gentileza que han tenido de venir aquí, que yo me imagino que debe ser organizar y preparar y cargar con todo eso. Gracias del alma, que Dios me los bendiga.

PDL. Para nosotros es un privilegio. Y cualquier otra cosa, en un segundo encuentro podríamos profundizar algunos aspectos que usted mismo quiera contarnos, que recuerde, junto con los documentos revise.

JBZ. Cuando ustedes gusten. Yo voy a llevar los documentos, ¿a quién se los llevo allá?

NG. Usted se comunica conmigo y tratamos de ver cómo nos juntamos con Jesús Díaz, que es el jefe del departamento.

PDL. De esta forma finaliza este interesante encuentro con el señor Juan Benito, también su señora esposa Josefina Cáceres de Benito. En el respaldo Eda, Santo Domingo, República Dominicana. Proyecto Refugiados Españoles.


FIN DE LA ENTREVISTA
29-09-2009

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Voltaire

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