Por EMILI J. BLASCO
Rudolf Hess, a la derecha con la cabeza apoyada en la mano, escucha el veredicto de los jueces. / EFE
Documentos secretos desclasificados revelan que los soviéticos impidieron liberar al famoso cabecilla nazi
Nixon se apiadó de Rudolf Hess
Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler en el partido nazi, pudo haber salido de la prisión de Spandau en 1974, justo al cumplir 80 años, si los soviéticos no hubieran bloqueado una tentativa británica que contaba con el apoyo de EE UU y Francia.
Según documentos secretos desclasificados ahora por los Archivos Nacionales británicos, Richard Nixon llegó a comprometer su apoyo a salida de Hess de la cárcel por razones humanitarias, aunque sometido a algún tipo de confinamiento, pero Moscú se mostró inflexible. El diario ruso Pravda escribió entonces: «La conciencia popular dicta que el lugarteniente de Hitler debe beber su retribución hasta las heces del cáliz».
Hess perdió su libertad en 1941 tras su enigmático vuelo a Escocia, probablemente sin el conocimiento de Hitler, con el intento de negociar una paz en el frente occidental. El régimen nazi presentaría esa acción como fruto de un arrebato de locura de Hess, pero la historiografía ha rastreado algunos contactos que hicieron creer al jerarca nazi que el Gobierno de Churchill estaba dispuesto a una negociación. No se ha aclarado la implicación real de las autoridades británicas en lo que pudo ser un cebo o un acercamiento real.
Apresado entonces, Hess fue condenado a cadena perpetua en los juicios de Nuremberg e ingresó en la cárcel de Spandau, junto a Berlín. La muerte o cumplimento de la condena de los demás capitostes nazis le dejaron como único morador de la prisión, vigilado por 32 guardas militares, 20 carceleros y cuatro gobernadores de la penitenciaría (uno por cada una de las potencias vencedoras de la guerra).
Llevaba ya ocho años completamente solo cuando se aproximó su 80 cumpleaños y una campaña internacional movilizó apoyos para su liberación.
Algunos de los documentos ahora desclasificados indican que los británicos proponían que al menos se suavizaran las condiciones en las que vivía Hess, con la posibilidad de tener televisión y radio, «un sillón y una alfombra».
Sin clemencia
Pero no hubo clemencia. Hess moriría el 17 de agosto de 1987; se suicidó con un cable eléctrico en el jardín de la prisión a los 93 años, aunque su familia y el movimiento neonazi mantiene que fue asesinado por sus guardianes.
Las disputas entre la URSS y los aliados occidentales en relación al régimen disciplinario de Hess ya fueron apareciendo en su momento. Lo que los nuevos documentos muestran son las comunicaciones oficiales entre Washington, Londres y París; también se dan detalles sobre personas que intercedieron por Hess, como un abogado alemán que pedía ser encerrado con él «porque no fue sentenciado a la soledad».
No hay comentarios:
Publicar un comentario