"Una comunidad nacida en el dolor y cultivada con amor”. Quizás por incultura o por desidia, yo no había profundizado en el tema de los inmigrantes judíos que se radicaron desde comienzos de la década de los 40 del siglo pasado en el norte de la República Dominicana. Admito que había leído muy vagamente al respecto y no fue sino hasta hace tres semanas cuando profundicé en el mismo, luego de que indirectamente un extranjero me incitara a ello. Este último fue nada más y nada menos que el fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, quien es de ascendencia judía y, aunque la gente no lo sabe, va con suma frecuencia a Sosúa a vacacionar de incógnito y se entremezcla con la gente como un extranjero cualquiera.Durante una visita que le giré hace tres semanas en su oficina de la Fiscalía de Nueva Cork, Schneiderman me sorprendió al obsequiarme un ejemplar del libro “Dominican Haven: The Jewish Refugee Settlement in Sosúa. 1940-1945” (Refugio Dominicano: El Refugio Judío en Sosúa 1940-1945), el cual trata sobre un asentamiento de refugiados judíos que existió en esa parte del Norte de la República Dominicana y cuya autora es la profesora Marion Kaplan, de la Universidad de Nueva York. A mi retorno a Santo Domingo, por pura casualidad, encontré que en el Museo de la Resistencia Dominicana iba a ser exhibido un documental sobre el tema y posteriormente habría un conversatorio con el destacado intelectual Roberto Cassá. No dudé en sacar tiempo y fui a participar en ambas actividades. Confieso que, luego de las mismas, he quedado no solo sorprendido sino también maravillado. La historia, bastante conmovedora, es la siguiente: Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía no existían campos de concentración, los judíos comenzar a inmigrar a diferentes países hasta que ya nadie los quiso aceptar. Cientos de ellos se quedaron deambulando por Europa y otras partes, atravesando toda clase de vicisitudes. Tras la conferencia de Evian en 1938, la República Dominicana fue el único país que se atrevió a abrirles sus puertas y corazones, desafiando de esa manera a los nazis. El gobierno de Rafael L. Trujillo, quien prácticamente iniciaba su régimen, se ofreció a reasentar hasta 100 mil de ellos. El Comité de Distribución Judeoamericano (Joint, por sus siglas en ingles) facilitó el traslado y varias decenas de judíos se establecieron en Sosúa, que para entonces era un pequeño poblado cuyos moradores se dedicaban a la agricultura pero que carecían de electricidad y de otras facilidades modernas . A los judíos no les fue fácil acostumbrase a la vida en Sosúa y sus alrededores debido al lenguaje y a la situación social de entonces, pero desde un principio se mostraron atraídos por el clima y el paisaje de este país caribeño así como por la solidaridad y cariño que les brindaron los lugareños, contrario a lo que ocurría en otras naciones del mundo en las cuales prevalecía el antisemitismo. El trato que en todo momento recibieron de los dominicanos fue agradable y amistoso, según ellos mismos han testimoniado. Al llegar a Sosúa, les fueron otorgados tierra y animales de granja, tales como vacas y mulas. Pero no se trataba de inmigrantes cualquieras. En su mayoría eran profesionales y artesanos que se integraron de inmediato al trabajo productivo, lo que les permitió desarrollarse pero simultáneamente contribuir al desarrollo de Sosúa. Al poco tiempo crearon una próspera cooperativa ganadera y de productos lácteos así como su propia escuela, donde estudiaban tanto los niños suyos como los dominicanos, ya que las clases eran en español. Establecieron pequeños negocios, organizaron un coro de niños y abrieron una sinagoga con un cerco a la Torá y menoras hechos a mano, la cual fue dotada de una serie de valiosos artefactos. Planificaron las primeras edificaciones de la ciudad, trazaron mapas y planos e incluso instalaron un conmutador telefónico que comunicaba entre sí a los negocios y oficinas de Sosúa. Trajeron consigo partituras de operetas alemanas asi como instrumentos musicales y estimularon a los dominicanos a incursionar en el mundo de las bellas artes. A menudo hacían presentaciones de teatro y danza. A pesar de que la mayoría de judíos se fueron de Sosúa luego de la guerra para reestablecer sus vidas en los Estados Unidos o Israel, algunas familias se quedaron en la Republica Dominicana donde viven hasta hoy en día. Una sinagoga activa y un museo judío permanecen como testimonio del feliz acontecimiento de interrelación entre las dos comunidades. En este último lugar una placa lo sintetiza señalando que Sosúa es verdaderamente “una comunidad nacida en el dolor y cultivada con amor”. Al llegar a Sosúa, les fueron otorgados tierra y animales de granja El Fiscal Eric Schneiderman, quien es de ascendencia judía, mientras entregaba al autor de este artículo un ejemplar del libro "Refugio Dominicano: El Refugio Judío en Sosúa 1940-1945". |
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Sosúa y los inmigrantes judíos
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No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.
Voltaire
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