Por Sor Maria Mesens
Cárcel de Najayo - Hombres.-Todo indica que en sus afanes por recortar las distancias entre la simpleza de sus orígenes y la anhelada realización económica decidió engrasar las ruedas del tiempo con unos milloncitos que cobró a nombre de la empresa en la que trabajaba y nunca reportó. Se alzó con su botín, se armó con finca, camión y apostó a que los dueños de esos dineros “dejaran eso así”. Pero, como suele suceder, los dueños presentaron querella y eventualmente el brazo de la justicia lo alcanzó. Lo hicieron preso y exactamente un año después, nada más que con media sorpresa, me entero que el hombre acaba de ser descargado por insuficiencia de prueba.El caso, independientemente de las debilidades técnicas de la acusación que hincharon las velas de la “buena suerte” de este señor, me parece ilustra una no siempre ponderada evolución de nuestro sistema de justicia y de la sociedad en su sentido más amplio. Es decir, con más o menos conciencia, hemos ido asumiendo un modelo de aplicación de justicia, quizás, demasiado concentrado en establecer culpabilidades y mucho menos preocupado por las responsabilidades.
Como trabajadora del sistema penitenciario, por ende actor del sistema de justicia, declaro sin vacilaciones que hay mucho más que celebrar en el que falta y lo reconoce que en el que se cree, o dejan que se crea, que se puede salir con las suyas. Lo irónico de todo esto es que los primeros purgan largas condenas, seguramente merecidas, mientras los segundos vuelven al seno de la sociedad que lastimaron, seguramente sin merecerlo, con mas y mayores ínfulas, arrojo e irrespeto.
La culpa es algo que tiene que probarse y no depende necesariamente del concurso del imputado, sin embargo, la responsabilidad cuelga de la conciencia del ser humano. Las culpas se pueden negociar, fabricar y en algunos casos hasta eludir. La responsabilidad es mucha más personal, dolorosa, íntima y sanadora. Solamente con él/la responsable se puede trabajar en corrección y rehabilitación pues él/la reconoce falta, asume consecuencias y reconstruye vida.
Recientemente los españoles han reintroducido el valor de la indignación en la cotidianidad de las primeras planas. Yo digo que indignarse no es suficiente. En eso hemos estado desde hace años aquí. Basta de retórica y exijamos rigor científico en la denuncia así como en la corrección de lo denunciado. Más que reformar, es tiempo de rescatar el valor del bien común con desinterés material e inmaterial adoptando sólo medios buenos sobre los que se pueden construir fines nobles.
La culpa es algo que tiene que probarse y no depende necesariamente del concurso del imputado, sin embargo, la responsabilidad cuelga de la conciencia del ser humano. Las culpas se pueden negociar, fabricar y en algunos casos hasta eludir. La responsabilidad es mucha más personal, dolorosa, íntima y sanadora. Solamente con él/la responsable se puede trabajar en corrección y rehabilitación pues él/la reconoce falta, asume consecuencias y reconstruye vida.
Recientemente los españoles han reintroducido el valor de la indignación en la cotidianidad de las primeras planas. Yo digo que indignarse no es suficiente. En eso hemos estado desde hace años aquí. Basta de retórica y exijamos rigor científico en la denuncia así como en la corrección de lo denunciado. Más que reformar, es tiempo de rescatar el valor del bien común con desinterés material e inmaterial adoptando sólo medios buenos sobre los que se pueden construir fines nobles.
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