Por Manuel Arias
Como en cada alegre y florecida primavera los puertorriqueños se enrumban por su gran “Parada Boricua” la cual culmina con su tradicional “Desfile nacional”, lleno de mucho colorido y música en la Quinta avenida de la ciudad de Nueva York. Cada entrega esta precedida por una serie de actividades como el “Concierto de Música Tropical”, evento que se lleva acabo desde 1993, realizado el pasado 9 de junio, en el Saouth Streeth Seaport, ubicado en el bajo Manhattan. Como cosa fascinante y envolvente, el referido concierto estuvo dedicado a la “guarachera” de Cuba, Latinoamérica y del mundo, Celia Cruz. El gran homenaje a Celia contó con la participación de los grupos “Plena Libre”, quienes musicalizan e interpretan ritmos folclóricos de Puerto Rico, aun cuando estilizados pero manteniendo su base rítmica. Además, la orquesta del salsero boricua Domingo Quiñones, el conjunto bachata 24 horas y el popular violinista cubano Alfredo de la Fe con su grupo de Jazz latino.
Dicho concierto lucio como uno de esos tantos encuentros efectuados por músicos profesionales o aficionados que se juntan a manera de descargar la música y los sonidos, estilo de jazz-session prácticado por los músicos jazzistas. Que de forma espontánea o/y organizada que tradicionalmente han tomado cuerpo en el Barrio Latino de Harlem, en las calles, solares o lugares festivos de Brooklyn, el Bronx y Manhattan. Modalidad introducida a la gran urbe por músicos latinoamericanos a mediado de la década de los años 20.
En un momento de suma alegría y de mucha emoción del concierto a base de plena, la merenguera dominicana Milly Quezada se unió a “Plena Libre” y cantó el tema “A Papá”, canción a ritmo de plena popularizado por Celia Cruz con la orquesta del músico y compositor neoyorican Willie Colón, en los mediados de los años 70. Como había sido muy poco, Milly también, escenifico vivamente un “descarga salsera” junto a la orquesta de Domingo Quiñones. Puesto que, «aunque no está [estaba] programado que cante merengue se que me va ir muy bien, será muy bonito», declaro Milly a un periodista de la agencia de noticia EFE.
Un maravilloso y muy bonito gesto de humildad y de solidaridad de Milly Quezada. A sumir ese gran compromiso de presentarse ante un publico tan exigente, conocedor y celoso de su tradiciones populares como son los puertorriqueños en particular y también los latinoamericanos en general. Quienes cada día viven preocupados por conservar, continuar ampliando la construcción de sus identidad e identidades nacionales particulares y Latinoamericana colectivamente.
A simple vista todo esto puede parecer como un momento de “chercha” entre artistas. Como un espacio para que Milly exhibiera sus brillantes y sus multifacéticos dones artísticos. Un espacio para que mostrara su singular capacidad interpretativa de las diferentes variantes de la música popular caribeña. Quizá un escenario propicio para potencializar el mercadeo de su figura con vista a su próxima producción discográfica; todo esto y más puede ser posible. Sin embargo, el evento evidencio la gran capacidad y calidad de los grupos y los músicos que la integran para adaptarse y ajustarse tan rápidamente para acompañar a la merenguera dominicana, la cual no esta habituada a la práctica, manejo de la plena y la salsa musical e interpretativamente.
El historiador cubano Joel James Figuerola, en su libro El caribe entre el ser y el definir (República Dominicana, 2000) establece una extensión del concepto teórico del sincretismo precisando que, «es necesario darle un justo valor a los procesos inconclusos, no solamente a los procesos terminales. Por que los términos de transculturación, de simbiosis, de sincretismo, remiten siempre a resultados y dan la idea de un proceso lineal, de un proceso de laboratorio, donde las cosas entran en intercambio y resultan en proposiciones terminales; pero en la vida real esto no es así; en la vida real sedan corrientes que confluyen, chocan, unas se insertan, otras se rechazan, pero siempre dejan algo por el acto de mecánico de chocar, un redireccionamiento de las tendencias, un cambio en la velocidades de cristalización».
Aún cuando, el concierto fue una pequeña muestra pero considero que en grado sumo muy significativa que refleja y refracta en toda dirección y sentido una continuidad con el que el proceso de sincretismo en mosaico que empezó a llegar a los Estado Unidos, por vía de músicos mexicanos, puertorriqueños, cubanos, panameños, argentinos y a partir de la segunda década de los años 20 del siglo pasado, y posteriormente la integración de los dominicanos en esa ola expansiva de emigraciones. Esa conflagración de músicos, compositores, arreglistas que junto a la expansión y capitales de la industria discográfica convirtieron a la ciudad de Nueva York en el epicentro de circulación y desarrollo de la música popular latinoamericana.
Su exposición ante ese gran público incursionando en ritmos diferentes para homenajear y tributar a la diosa de la “guaracha, el son, la rumba y la salsa”, constituía un gran reto para Milly nada fácil. Dado a que rendirle tributos a una figura de la categoría de Celia Cruz desde el ritual rumbero afroantillano implica tener sentimiento y esencia rumbera, es necesario ser parte o sentirse parte de la cofradía para que pueda ser suficiente.
En tal sentido, las juntas, el bembé, el jolgorio, los guateques, las bachatas que se formaban en el gran caribe insular y en todos los rincones de America, tomaron nuevas formas en la ciudad de Nueva York, descarga o jazz-sesiom. Mientras el son, el tango, la rumba y el mambo dominaban el gusto popular en la gran manzana, músicos de la talla de Mario Bauza, Chano Pozo, o Farril entre otros intercambian en los clubes, plaza y otros espacios con músicos americanos y afroamericanos a treves de sabor de esos ritmos apareciendo el Jazz Latino. De la misma manera lo hacían Arsenio Rodríguez, Daniel Santos, Miguelito Valdés (Babalú), Luis Kalaff, Barbarito Diez, para solo mencionar algunos.
En ese pequeño hecho se muestra evidente el sincretismo inconcluso dado a que además, el South Streeth Seaport, es un lugar de memoria salsera a partir del su surgimiento en la ciudad de Nueva York, a mediado de los 60 y principio de los 70, siempre ofertando presentaciones de orquestas en vivo en los salones de discoteca del lugar y en los barcos que bordean la isla de Manhattan. Muy acorde con esa aparición rítmica y la presentación de “Plena libre” y Milly, es bueno recordar las grabaciones del sonero mayor Ismael Rivera junto a Cortijo y su Combo a base de mezclar plena con la base rítmica de la salsa, igual la realizada por Héctor Lavoe con Willie Colón en los años 70.
Precisamente a modo de junta, de Bembé para descargar, la actuación de Milly más que reflejar su talento y capacidad puso en evidencia que es una potadora directa de la memoria colectiva dominicana, de la caribeña y de la neoyorquina. Y esto podemos traducirlo apoyándonos en Figuerola, «aquí radica un aspecto nada desdeñable de la cultura popular tradicional: no se pierde nunca; en cualquier momento puede comparecer con toda pertinencia y autoridad». Puesto que indudablemente no lo hizo Xiomara Fortuna o Eneroliza, quiénes dominan el campo de las salves y la plena.
La puesta en escena de la merenguera dominicana cantando plena y salsa junto a puertorriqueños desvela el grado de integración cultural y musical que debe seguir profundizándose en todos los órdenes. Dado a que el proceso de sincretismo caribeños no ha terminado como fue anunciado muy claramente por los ecos de los tambores. Y como cosa inusual la propia Milly se encargo de constratar*, «yo siempre me he considerado una salsera “underground” [subterránea], señalo antes del concierto la interprete de “Volvió Juanita”. Yo soy merenguera por pasión y profesión, pero a la hora de bailar, soy súper fanática de la salsa y me encanta un buen bailador».
Por lo cual, es preciso mirar profundamente en nuestro pasado para indagarlo con nuevas claves históricas, sociológicas, antropológicas y socioculturales para poder revalorizar nuestra manera de ser y estar caribeño que nos une inconclusamente. De hecho, las nuevas generaciones de jóvenes músicos sumergidos en la modernidad y la postmodernidad, la tecnología y imbuido por la música electrónica, no debe de seguir perdiendo de vista los proceso socioculturales formativos de los ritmos y géneros musicales y sus correspondencias con los grupos sociales que la sustentan. Deben reconocer que la materia prima con base social siguen siendo las fuentes del folclore y la música popular aun cuando existan todos los recursos de sonidos disponibles por la magia de un botón o un sistema automatizado, los avances tecnológicos no sustituirán a los procesos sociales.
De hecho, la gran urbe sigue consolidándose el fenómeno de creación y surgimiento de grupos de raíces folclóricas que no siguen una línea de interés comercial como son Los Pleneros de la 110, Lexington Avenue, Nueva Generación y el mencionado Plena Libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario