En los años ‘80 Silvia Rivera fue una de las fundadoras del Taller de Historia Oral Andina, una de las iniciativas más importantes en el proceso de recuperación de la memoria de las luchas indígenas por el territorio y la identidad aymara. En los años siguientes escribió libros fundamentales para entender los procesos de transformación en Bolivia como Oprimidos pero no vencidos.
PREGUNTA: ¿Qué queda de la colonización en la sociedad boliviana?
SILVIA RIVERA: Todo. El sentido común es un sentido común colonizado, porque ha incorporado la valoración positiva de lo europeo y lo extranjero, lo norteamericano, y la desvalorización de lo propio. Aunque ahora eso está cambiando, sin duda. Ahora la gente indígena se siente orgullosa de ser indígena, pero hay una serie de elementos como la escuela que no han sido realmente pensados de nuevo, desde una perspectiva de descolonización. Sigue habiendo una especie de reforma educativa vigente desde el ‘94, promovida por el Banco Mundial, dentro de un esquema de multiculturalismo light que no permite realmente una política para mayorías. Todos estos tipos hablan de las etnicidades como una cuestión de minorías. En Bolivia el 62% en el año 2001 nos hemos identificado con algún pueblo indígena.
SILVIA RIVERA: Todo. El sentido común es un sentido común colonizado, porque ha incorporado la valoración positiva de lo europeo y lo extranjero, lo norteamericano, y la desvalorización de lo propio. Aunque ahora eso está cambiando, sin duda. Ahora la gente indígena se siente orgullosa de ser indígena, pero hay una serie de elementos como la escuela que no han sido realmente pensados de nuevo, desde una perspectiva de descolonización. Sigue habiendo una especie de reforma educativa vigente desde el ‘94, promovida por el Banco Mundial, dentro de un esquema de multiculturalismo light que no permite realmente una política para mayorías. Todos estos tipos hablan de las etnicidades como una cuestión de minorías. En Bolivia el 62% en el año 2001 nos hemos identificado con algún pueblo indígena.
Hay toda una visión reaccionaria en las iglesias, en las escuelas, en las universidades, y en la clase política en general, que tiene una distancia cotidiana con el mundo indígena. Todos los izquierdistas y progresistas tienen sirvientas indígenas en sus casas. Eso es una cosa del siglo XVIII. Pero las expresiones más brutales de racismo casi siempre se guardan. Hay formas sutiles de racismo que se pueden detectar por el lenguaje, por el gesto, cosas relacionadas con la invisibilidad. Eso te da una pauta de la internalización del racismo. En los propios sectores populares, como muchos sectores han sufrido discriminación de niños, procuran por ejemplo que sus hijos ya no hablen aymara y procuran encaminarlos hacia una modernidad entre comillas. Esta situación está cambiando, no es tan grave como era hace unos años. Ahora hay más resistencia, más capacidad de oponerse a ese maltrato cotidiano, las trabajadoras del hogar se han organizado, hay muchísimas empresas comunitarias, campesinas, hay exportadores de quinua, exportadores de lana, de alpaca, que son comunarios indígenas. Hay también una valoración mayor de los saberes indígenas y sobre todo de los alimentos y del enorme potencial que tiene Bolivia para el cuidado agroecológico de la tierra.
P.: ¿Desde cuándo se da ese mayor reconocimiento?
S.R.: Desde los ‘70, cuando surge después de muchos años de silencio un movimiento indígena que se llama el katarismo y el indianismo. La visibilidad pública de las temáticas indígenas ha sido importante desde entonces. Yo me acuerdo que por el año ‘93 no dejaron entrar a una chola a un hotel. Al poco tiempo el vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas organizó un gran banquete donde el 90% de la gente era chola y lo hizo en el mismo hotel. Se dieron esas batallas simbólicas, que son importantes. Hay un lindo proceso de fortalecimiento, no sólo en los Andes, también en la Amazonía, pero no de ese indio tradicional, puro para el turismo, sino lo que siempre fue lo indígena, que siempre fue más moderno que la elite, que siempre tuvo y sigue teniendo rasgos señoriales, arcaicos, feudales.
S.R.: Desde los ‘70, cuando surge después de muchos años de silencio un movimiento indígena que se llama el katarismo y el indianismo. La visibilidad pública de las temáticas indígenas ha sido importante desde entonces. Yo me acuerdo que por el año ‘93 no dejaron entrar a una chola a un hotel. Al poco tiempo el vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas organizó un gran banquete donde el 90% de la gente era chola y lo hizo en el mismo hotel. Se dieron esas batallas simbólicas, que son importantes. Hay un lindo proceso de fortalecimiento, no sólo en los Andes, también en la Amazonía, pero no de ese indio tradicional, puro para el turismo, sino lo que siempre fue lo indígena, que siempre fue más moderno que la elite, que siempre tuvo y sigue teniendo rasgos señoriales, arcaicos, feudales.
P.: ¿Y qué queda del colonialismo económico?
S.R.: El colonialismo económico está rampante, porque las trasnacionales acá hacen lo que les da la gana. La gente que viene por acá se fija normalmente en las grandes organizaciones, la CSUTCB, Bartolina Sisa, Conamaq, pero no se dan cuenta de que hay muchas coaliciones pequeñas, que tienen incluso más profundidad en cuanto a sus cuestionamientos. Te hablo de toda la coalición de comunidades afectadas por la minería en Oruro y Potosí. Y estoy hablando de minería estatal, con Huanuni, uno de los focos de contaminación más brutales. Este tipo de organizaciones en defensa de la tierra son muy despreciadas por el Gobierno. Otro gran rubro es el de acabar con la impunidad de las dictaduras. Y Evo Morales se ha opuesto a que los militares saquen a la luz sus archivos, a pesar de que hay órdenes judiciales, hasta de la Corte Suprema, para que desclasifiquen los documentos que permitan encontrar el paradero de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Juan Carlos Flores Bedregal y una cantidad de desaparecidos en la dictadura del ‘80 al ‘82, pero también en la dictadura de Hugo Bánzer. Hay unas cuentas pendientes con los militares, pero como Evo tiene una alianza estratégica con los milicos… El otro gran tema de cuestionamiento al Gobierno es la diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Hay todo un discurso muy bonito de la pachamama, Bolivia ha sido el único país que ha votado en contra en la cumbre de Cancún y, sin embargo, están haciendo unas hidroeléctricas inmensas, unas represas que van a inundar tierras indígenas, están haciendo una fábrica de azúcar en el norte de La Paz, en tierras de los indígenas leco, una cantidad de cosas que demuestran que el proyecto es neodesarrollista y en ese sentido incluye el desprecio por lo indígena, por lo que también es racista.
S.R.: El colonialismo económico está rampante, porque las trasnacionales acá hacen lo que les da la gana. La gente que viene por acá se fija normalmente en las grandes organizaciones, la CSUTCB, Bartolina Sisa, Conamaq, pero no se dan cuenta de que hay muchas coaliciones pequeñas, que tienen incluso más profundidad en cuanto a sus cuestionamientos. Te hablo de toda la coalición de comunidades afectadas por la minería en Oruro y Potosí. Y estoy hablando de minería estatal, con Huanuni, uno de los focos de contaminación más brutales. Este tipo de organizaciones en defensa de la tierra son muy despreciadas por el Gobierno. Otro gran rubro es el de acabar con la impunidad de las dictaduras. Y Evo Morales se ha opuesto a que los militares saquen a la luz sus archivos, a pesar de que hay órdenes judiciales, hasta de la Corte Suprema, para que desclasifiquen los documentos que permitan encontrar el paradero de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Juan Carlos Flores Bedregal y una cantidad de desaparecidos en la dictadura del ‘80 al ‘82, pero también en la dictadura de Hugo Bánzer. Hay unas cuentas pendientes con los militares, pero como Evo tiene una alianza estratégica con los milicos… El otro gran tema de cuestionamiento al Gobierno es la diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Hay todo un discurso muy bonito de la pachamama, Bolivia ha sido el único país que ha votado en contra en la cumbre de Cancún y, sin embargo, están haciendo unas hidroeléctricas inmensas, unas represas que van a inundar tierras indígenas, están haciendo una fábrica de azúcar en el norte de La Paz, en tierras de los indígenas leco, una cantidad de cosas que demuestran que el proyecto es neodesarrollista y en ese sentido incluye el desprecio por lo indígena, por lo que también es racista.
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