martes, 4 de enero de 2011

La madre de Yolanda Guzmán vive entre el orgullo y la pobreza

RESIDE EN UNA CALLE CON EL NOMBRE DE SU HIJA, DESIGNADA POR EL CABILDO

Por Néstor Medrano
Santo Domingo
Listin Diario 4 11 2011

Beatriz Guzmán, madre de Yolanda Guzmán, necesita una mano amiga, oficial o privada, para enfrentar los problemas de salud que le afectan desde hace años.

Doña Beatriz Guzmán tiene 86 años de edad y vive precisamente en la calle Yolanda Guzmán, en el número 233.

¿Qué tiene de particular? Es la madre de la mártir que lleva el nombre de esa calle: Yolanda Guzmán, la mujer que fue asesinada por militares del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), en 1965.

Fue una de esas luchadoras que también querían el retorno a la constitucionalidad y la reposición en el poder del profesor Juan Bosch. Vive con el orgullo de ser la madre de una heroína. Pero el orgullo con desprotección, acrecienta el dolor de sus padecimientos de salud. Está enferma de diabetes, de hipertensión arterial... y de mucha pobreza.

La encontramos en su casa del ensanche Luperón el primer día de este año, acompañada de una de sus hijas, cogiendo el fresco. Tiene uno de esos rostros que nos recuerdan el de nuestras abuelas. Y, como esos ancianos que conocemos en nuestras familias, casi no le gusta hablar, pero la convencemos y nos habla de su pobreza. De los dos mil pesitos que le entregan desde alguna instancia del Estado.

Tiene en su casita de block techada de zinc, una tiendita de fantasía y dos sueños únicos: que alguien le gestione una pensión y le eche plato a su casa. Una vivienda humilde que en el breve pasillo de entrada tiene una inscripción incrustada en la pared: Cristo Viene.


No pasan factura
La hija, Florencia Solano, hermana materna de Yolanda Guzmán, hace las precisiones de lugar. No quiere que nadie piense que a esta altura de su vida y de la vida de su madre, ya desde hace décadas tragada por el olvido de la desmemoria, están pasando factura.

“Nosotras lo que queremos es que alguien nos ayude con la casa. Mi madre no quiere morir sin ver su casa con el plato que la proteja. No quiere que le asignen otra casa, ni le interesa mudarse del lugar donde vive. Además, necesitamos costear sus tratamientos de salud, eso, en cualquier otro país ya hace rato que estaría resuelto”, dice.

La calle Yolanda Guzmán, así nombrada desde el nueve de octubre de 1965 por el Ayuntamiento del Distrito Nacional, y que atraviesa una inmensa hilera de barrios de la parte noreste de la vieja capital dominicana, tiene el recuerdo vivo de la familia de la heroína, que está ahí, simple y común como la gente del ensanche Luperón.

Doña Beatriz tiene sus piernas inflamadas, la piel de sus extremidades inferiores rasgadas por varias afecciones, y una mirada distante, pero viva, como una chispa, que, fácilmente, nos lleva por la ruta de su dolor. A su edad todavía está lúcida para narrar parte de la historia de su hija. Pero Florencia, la hija de su otro matrimonio, es quien lleva la voz cantante, pues su madre, cuando habla del tema se deprime... y es comprensible.

¿Quién fue Yolanda Guzmán?

“Mi hermana era una mujer que amaba a su familia. Hoy, ella estaría llorando de pena y de vergu¨enza de ver a su madre y a su familia desprotegidos. No es que estemos mendigando, no es que estemos pasando factura, pues un país se ama por lo que es, porque es nuestro, pero... los gobernantes no deben echar al olvido a los descendientes de quienes mueren por su tierra”, dice.

Florencia está acostumbrada a hablar con los periodistas, lo ha hecho muchas veces. Pero las únicas voces que escuchan son las de la desesperanza y la angustia, envueltas en facturas de recetas de farmacias y cuentas vencidas.

Su casa está en el borde derecho de la calle Yolanda Guzmán, inmediatamente se cruza la muy congestionada avenida Padre Castellanos, antigua 17. Se trata de una vía emblemática a partir del hecho de que en ella viven los familiares de la homenajeada con el nombre.

En su interior hay un pasillo largo con varias habitaciones, donde los familiares, entre nietos y otros hijos duermen adocenados, “a la buena de Dios”.

CÓMO INICIÓ LA LUCHA REVOLUCIONARIA
La anécdota referida por la periodista Ángela Peña, en un trabajo histórico publicado por el diario Hoy en el 2005, fue confirmado por la hermana de la heroína, quien afirma que fue el asesinato de las Hermanas Mirabal, en la última etapa de la dictadura de Trujillo, que le hirió la sensibilidad a la mujer, a quien sus familiares escucharon decir: “Me voy a dedicar a luchar, tenemos que liberarnos de este régimen”.

Asimismo, a la llegada del Partido Revolucionario Dominicano, en 1961 se inscribió en el local de la calle El Conde 13, conoció al hoy fenecido José Francisco Peña Gómez, con quien fundó los comités de Gualey y Las Cañitas.

Doña Beatriz, sin embargo, entre sus palabras y su mirada expresiva, dice agradecer a Dios por haberle extendido la vida hasta el día de hoy, “sigo respirando, sigo viva y espero que Dios me permita seguir viviendo”, puntualiza.

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Voltaire

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