martes, 4 de enero de 2011

Persecución y exilio durante el régimen de Trujillo - Historia Oral -

Algunos testimonios

POR JOSE A. BRITO

El Archivo General de la Nación se ha propuesto rescatar los testimonios orales de personas anónimas que han participado en hechos históricos, sociales y culturales del país sobre diferentes temas, espacios y posición social. De esta manera sus experiencias se conservarán y a la vez serán puestas a disposición de las presentes y futuras generaciones. Con ese propósito se emprende la búsqueda de informantes claves, que permita grabar sus recuerdos en la participación de los diferentes acontecimientos históricos de nuestra historia contemporánea. Entendemos que con la implementación de esta técnica de investigación se estará haciendo una colaboración significativa a la historia del país, sobre todo a los estudiantes e investigadores.

El proyecto “Voces sobre el régimen de Trujillo” inicia en el Archivo General de la Nación a partir del año 2005 con la finalidad de dar la oportunidad a los protagonistas de este período, tanto los a favor como los en contra de dicho régimen, para que puedan narrar sus vivencias o participación durante esta dictadura que ha sido, sin lugar a dudas, la más larga en nuestra historia y una de las más cruel en América. Estos testimonios se están poniendo a disposición de los estudiantes, investigadores y público en general en la Sala de Atención a Usuarios del Archivo General de la Nación, con la autorización de los informantes, en formato digital y próximamente a través de la red de Internet.

De esta manera el AGN, con el proyecto “Voces sobre el Régimen de Trujillo” que está realizando el Área de Fuentes Orales, documenta la situación política del país durante la dictadura de Trujillo con testimonios, frecuentemente reveladores de información no disponible por otros medios. En esta oportunidad los testimonios narrados por víctimas de la persecución que sobrevivieron a dicho régimen.
Nota: Este es el primero de una serie de artículos que estamos elaborando, del régimen de Rafael Leonidas Trujillo Molina, sobre los a favor y los en contra de dicho régimen.

Con la llegada de Trujillo al poder en 1930, luego del golpe de estado al presidente Horacio Vásquez el 23 de febrero del mismo año, se inició una ola de persecución política en todo el país contra las personas que se oponían a su gobierno. Un ejemplo de esto fue la muerte de Desiderio Arias en el 1931, el caudillo más sobresaliente de la zona norte a principios del siglo XX, quien había contribuido en el derrocamiento de la mayoría de los gobiernos que surgieron posterior a la dictadura de Ulises Heureaux. La muerte de Arias y la exhibición de su cabeza en el parque de la ciudad de Santiago sirvieron para atemorizar a todo el que se opusiera al régimen recién instalado.

Persecución política

La persecución política durante el régimen de Trujillo no tuvo límites; abarcó desde encarcelamientos, maltrato verbal, torturas tanto psicológicas como físicas hasta el colmo de la aplicación en la silla eléctrica, o la desaparición física de las víctimas. Muchos de los perseguidos por el régimen tuvieron que salir del país, refugiándose en Cuba, Puerto Rico, México, Estados Unidos y Venezuela entre otras naciones. Algunos no volvieron jamás a su patria; otros regresaron después de la muerte de Trujillo. Pero ni aún fuera del país los perseguidos estaban libres de las garras del tirano. Un caso digno de mención por la trascendencia que tuvo para el derrocamiento del tirano, fue el asesinato del español Jesús de Galíndez, ex secretario privado del tirano. Se afirma que fue secuestrado en Nueva York en 1956 por los esbirros del tirano, luego de escribir su tesis doctoral para la Universidad de Columbia

El estilo despótico mostrado por Trujillo desde su ascenso al poder provocó el temprano rechazo de gran parte de la población nacional, incluyendo algunos de sus propios colaboradores. En cuestiones de semanas, Federico Velásquez, José Dolores Alfonseca y otros dirigentes de la oposición debieron salir al exilio. Igual decisión fue tomada por Rafael Estrella Ureña, a la sazón vicepresidente de la República.

Las personas que aquí ofrecen sus vivencias fueron contactadas por nuestro equipo de investigadores, y en otras ocasiones por referencias de personas entrevistadas.

Este proyecto cuenta con una 114 entrevistas realizadas, de las cuales hemos seleccionados tres, las cuales pueden servir como ejemplo de la situación operante en ese momento.

Testimonio de Josefina Padilla

Luchadora anti trujillista destacada, paradigma de la mujer dominicana.

Josefina Padilla. Nací en Santiago y me crié en Santiago hasta los 18 años, perdí a mi madre cuando tenía 12 años y me eduqué en el colegio Sagrado Corazón de Jesús de las monjas Mercedarias. De ahí vine a Santo Domingo a estudiar en la universidad, en esa época Universidad de Santo Domingo. Eso fue en el 43 [1943], estudié medicina, me hice médico y ahí en la Universidad fue que me inicié en la vida política. En ese momento del 43 al 46 surgió un movimiento clandestino que se llamó Juventud Revolucionaria que estaba integrada por juventud tanto universitaria como de secundaria y otros jóvenes. Fue un movimiento de carácter nacional y en un momento determinado en 1945 después del final de la Guerra [Segunda Guerra Mundial] Trujillo quiso como presentar una cara democrática del país y él abrió un espacio para los movimientos clandestinos que entonces existían. Un movimiento clandestino era el de la Juventud Revolucionaria, otro movimiento clandestino era el que dirigía el doctor Viriato Fiallo esos son dos que recuerdo porque el PSP - Partido Socialista Popular - surgió después, pienso yo que fue después…leíamos muy poco en esa época porque Trujillo controlaba hasta el tipo de libros, (y) de lectura que pudiera tener la juventud…

Más o menos la actividad que nosotros hicimos fue eso, más bien una actividad de divulgación y de educación democrática de la población a la cual pudiéramos llegar. Por supuesto a mi se me quitó la inscripción de la universidad (la universidad entonces no era la Universidad Autónoma, como ahora, sino que era una institución que pertenecía al Estado; el Rector era nombrado por el gobierno y los funcionarios también). Y bueno, perdí un año; y al año se me acercó el rector, que era una persona amiga de la familia, por casualidad, diciéndome que el gobierno estaba en disposición de permitirme que yo volviera a la universidad y siguiera los estudios con la condición de que yo no estuviera en ninguna actividad de oposición. Y evidentemente yo acepté. Tenía necesariamente que aceptar porque ya yo estaba vamos a decir “sucia”, en el sentido político; de manera que cualquier movimiento que yo tuviera iba a ser conocido.

Yo estaba vigilada constantemente, de forma que era imposible poder tener ninguna actividad. Y yo tenía interés en terminar mi carrera. Mi papá era un hombre pobre -vamos a decir un empleado de comercio- y lo único que yo podía tener para mi vida era mi profesión. De tal manera que continué mis estudios hasta que terminé.

Vinieron las persecuciones, algunos muertos, otros presos y otros exiliados. Nosotros teníamos un periódico, el periódico se cerró, la empresa se cerró y por supuesto no pudimos seguir imprimiendo nada. Como decía, muchos fueron a la cárcel y otros fueron asesinados; y personalmente yo me pude asilar en la embajada de México.


En el 46, el embajador en esa época era el doctor Cerisola, me acuerdo de su apellido pero no me acuerdo de su nombre, y lo menciono porque yo le debo ese homenaje, por lo menos para que la historia sepa de ese hombre, que fue un hombre tan solidario con el movimiento. Y más valor tiene esa persona porque México no estaba dentro del acuerdo del derecho de asilo; o sea, México no tenía derecho de asilo. Y sin embargo esa persona trató de ayudar en lo que él pudo a los que, como yo, pedimos auxilio y protección. Entonces, como ellos no tenían derecho de asilo, él lo que hizo fue solicitar del gobierno protección para mi, y el gobierno accedió con la condición de que yo tuviera la casa por cárcel y que yo me presentara todos los días a la embajada mexicana. De tal manera que hubiera un control de parte del doctor Cerisola con respecto de mi persona, y así él lo hizo. Le nombro a él, porque él me dio un trato como si fuéramos de la familia. O sea, por lo regular los asilados, cuando se asilan en una embajada, se les da un espacio y ellos se mantienen en su espacio. Se les ayuda en lo que se puede; si la familia puede ayudar, ayuda. Sino, pues, se la averiguan como puedan. Pero el doctor Cerisola conmigo usó una forma amistosa; de tal manera que, por ejemplo, yo iba a la embajada y él me invitaba a almorzar. Porque yo, lo que tenía que hacer era ir, visitar, presentarme ante él y volver para mi casa, pero por lo regular él me llamaba de manera que me quedara a pasar el día en la embajada. Entonces, por supuesto esto duró un tiempo largo, como ustedes imaginarán. Perdí un año de la carrera. Y después yo fui a solicitar en la universidad y me lo negaron. Entonces resulta que el rector de esa época era amigo de la familia y yo fui donde el rector para solicitar la inscripción. Entonces él me dijo que eso había que consultarlo por la circunstancia que se estaba viviendo. Entonces me dieron la inscripción a condición de que yo prometiera que no iba a participar en ninguna actividad. Entonces, yo acepté, porque yo sabía que no podía de ninguna manera volver a participar públicamente, y, bueno, clandestinamente era un poquito difícil porque yo estaba muy vigilada, o sea, yo estuve vigilada hasta el momento en que me casé. Y me casé con una persona que era… Rafael Sánchez, que después fue mártir por la tiranía también. Era una persona que su papá era un abogado reconocido había tenido cargos dentro del régimen, aunque fue un hombre que nunca hizo un daño ni nada.

En la época de Trujillo hay gente que no entiende la situación. Muchas veces se juzga mal a las personas que cedieron de alguna forma con el régimen; Por ejemplo, hubieron [hubo] gente que aceptó cargos. La situación en la época de Trujillo era que si a ti te ofrecían un cargo tú no podías rechazarlo porque si tú lo rechazabas ya tú estabas señalado como enemigo del régimen. Decirle que no a Trujillo era decir yo soy enemigo de Trujillo; entonces ya te cortaban todo. Por ejemplo, a mi suegro, que había sido presidente del Senado, cuando vino la invasión del 14 de Junio [1959], le mataron [a] un hijo que vino en la expedición, y él renuncia a su cargo. Y Trujillo vuelve a insistir para que él se quede, y él le escribió una carta donde le decía que un régimen que le había matado su hijo y había matado tanta juventud valiosa de este país, no se merecía que él le sirviera.

Bueno, a raíz de las persecuciones de Trujillo contra todos los que estábamos militando en una o en otra organización, mi militancia era en Juventud Democrática. Y en Juventud Democrática el golpe primero fue entrar en la imprenta y después comenzaron a coger presos a los que éramos dirigentes. Y cuando comenzaron a coger presos a los que éramos dirigentes yo fui y me asilé, porque yo sabía que donde mí iban a venir también. Antes de comenzar a coger presos, fueron a mi casa, allanaron mi casa, se llevaron mis libros, los que eran y los que no eran: los que podían ser políticos y los que no eran políticos, que eran novelas o que eran libros de medicina también se los llevaron; se los llevaron todos. Entonces, ya comenzaba uno a sentir que las cosas podían venir de una forma peor. Cuando cogieron preso a Manuel Mena Blonda, que era el Secretario General del grupo, y ya comenzaron a coger presos a los demás, entonces yo me asilé. Los que pudieron asilarse, se asilaron; los que no pudieron asilarse, los apresaron, y, bueno, por eso fue que yo me decidí a tomar esa decisión.

Por supuesto que sentí temor por mi seguridad personal, pero de todas maneras yo había tomado esa decisión y esa decisión supone un riesgo, y yo tenía que asumir ese riesgo a como viniera. Y después de todo tuve suerte porque no me apresaron. Me dieron mi casa por cárcel, pero no es lo mismo que te den a tu casa por cárcel [a] que te lleven a ti a la cárcel como llevaron por ejemplo a las Mirabal. Por eso digo que hasta cierto punto tuve suerte.
Después, cuando Minerva vino a estudiar, estaba en una pensión de una gente que yo conocía, y alguien me dijo: “Yo quiero que tú vayas a la pensión, para yo presentártela”. Así fue como me la presentaron; pero no tuvimos la oportunidad de hablar del asunto. Además, a ella no le convenía una relación conmigo, porque yo estaba señalada por el régimen.

Hubo una participación de liderazgo [de mujeres] antitrujillista en el exilio. Por ejemplo, la misma Martínez Bonilla que peleó en el exilio, tras matarle a su mamá; Brunilda, que estuvo en el exilio, [y] Candelaria Rojas, que también se fue al exilio y se quedó viviendo en Venezuela, y se quedó por allá. Pero todas esas mujeres fueron luchadoras antitrujillistas. Y hubieron [hubo] mujeres en la universidad que no se enrolaron, no se organizaron dentro de Juventud Democrática, pero que apoyaban Juventud Democrática, aportaban y recibían el periódico. Y tenían una actitud si no militante, de rechazo al régimen aunque fuera de forma pasiva.

Testimonio de Brunilda Soñé

Luchadora antitrujillista, nacida en Jarabacoa, el 8/03/1924. Durante la época de Trujillo organizó la primera célula en La Vega del Movimiento Juventud Democrática. Fue condenada a un año de prisión y exiliada en la embajada de México.

Brunilda Soñé. Bueno, empezando, llegué a Caracas Venezuela. Ahí nos juntamos con todos los exiliados que habían en Venezuela: estaba Rafael Minaya, que estaba exiliado allá, estaba Georgina Aquiles Mejía, doctor Castellanos, que después eran de la Unión Patriótica, el doctor Castellanos fue de la directiva. Fueron de los exilados que estaban en la embajada. También cayeron allá Ramón Grullón, José Espaillat, Felipe,… muchos, un número grande. Entonces nos unimos, hacíamos nuestras reuniones en contra de Trujillo; es decir, empezamos a hacer como un frente antitrujillista porque allá existían muchos dominicanos. Pero ya les cuento que [se] pusieron a interrogarnos los pasaportes y nos dieron horas para salir; no nos dio tiempo. Ha sido una cosa fuerte pero así nunca dejamos de celebrar reuniones, ser antitrujillista porque mantuvimos eso. Ahora después de toda esa etapa del antitrujillismo estábamos agrupados cuando fuimos a México: Camilo Cordero, Federico Pichardo, los Patiño, yo y después otros. Por otro lado, después llegó Ramón Grullón no me acuerdo por qué vía fue, etc. Tratamos de mantener la lucha antitrujillista, pero ya estábamos recibiendo clases no sólo de lucha antitrujillista sino de cosas patrióticas.

Déjame darle esta pasadita de México: una de las cosas que nosotros hacíamos allá [recuerdo]que cuando mataron a Galíndez [1956], en mi casa se hizo una caja como si fuera simulando que ese era Galíndez, que Trujillo lo había matado, y se desfiló; estas cosas no podían estar rodando en el periódico.

Ahí estaba Pericles Franco y su esposa Gilda Pérez, yo, mi esposo, todos los asilados que pudimos desfilamos frente a la embajada [dominicana] que eso no se había hecho nunca en México. Y ellos se metieron en miedo y llamaron la policía mexicana. Pero nosotros íbamos activamente, desfilamos, nos devolvíamos, y les pasábamos frente a la embajada en protesta con cartelones. Mi hijo tenía como cuatro o cinco años y desfiló adelante y decía: “No quiero que Trujillo mate a mi papá”. Eso fue antes de la expedición. Es decir que nosotros seguíamos luchando. Otra cosa [es] que de aquí mandó Trujillo un señor que era como un español que tenía qué sé yo cuántos pasaportes creo que siete pasaportes fueron a matar a unos cuantos, porque allá estaba Johnny Abbes.
Nosotros hicimos un documento solicitándole al presidente de México, que entonces era Ruiz Cortines. Nosotros fuimos a la presidencia; él no nos recibió porque tenía una reunión. Demasiado hicimos nosotros que llegamos hasta allí. Y nos mandó a decir que le mandáramos el documento. Y al otro día en la tarde estaba Johnny Abbes fuera de allá, es decir, hicimos salir a Johnny Abbes. Ahí está Juan Doucoudray que le puede decir algo de eso también.

Testimonio de Marcos Pérez Collado

Nació en Santiago el 27 de enero de 1923, perteneció al movimiento 14 de Junio, fue perseguido, apresado y torturado durante el régimen de Trujillo.

Marcos Pérez Collado. Yo me asilé en la embajada de México, me fui para México, después que yo salí de la cárcel. Porque conmigo pasó una cosa: yo nunca he privado de marxista leninista, ni de más revolucionario; yo he sido un hombre de trabajo siempre. Pero cuando me soltaron, mi esposa - ella era de nacionalidad americana - como a los cuatro o cinco días de yo estar en la casa - que vivía en la Mercedes esquina Isabel La Católica, en los altos de la Librería Cuello. Yo vivía en la última, como en una especie de una azotea ahí, una familia amiga nos dio ese. Entonces mandaron a buscar a mi esposa del consulado americano porque ya no había embajada; ya Trujillo y los americanos estaban siguiendo en desacuerdo y ellos querían mandar a buscar a mi esposa. Y le dijeron que ellos sabían - yo tengo eso allá escrito - ese documento; fue en inglés. Yo le dicté a mi esposa todo lo que yo quería plasmar ahí. Y entonces a ella la llamaron para decirle que ellos sabían que yo era una persona importante en el movimiento, que ellos sabían quién era yo. Y que ellos querían que si yo me atrevía a hacer un reporte para el Departamento de Estado, dándole detalles de todo lo que había sucedido, [y] de lo que estaba sucediendo. Y yo hice como dieciocho páginas, donde le explicaba desde que yo llegué a Montecristi. Me conducí [conduje] con honor con toda esa gente, hasta que yo caí preso, que quería pasar cuando yo estuve preso las torturas que nos hacían; todas esas cosas yo se las describí.

Ya había sucedido lo de la embajada de Brasil, cuando los Díaz - familiares de Juan Tomás Díaz y esa gente - se asilaron. Parece que Trujillo estaba aquí todavía como un campeón; y ya había varios fuera antes de eso, tanto en Argentina, como en Venezuela hasta en Cuba había.

Preparando el asilo

Don Julio hasta me llevó un dinerito. Fui por la mañana, me compré un sombrero, unos espejuelos negros, me puse mi saco, mi corbata, compré casi todo para que si iba me vestiría de tiguere para eso, para si tenía que… llevaba un cuchillo para que… mirando así de lejos para atrás a los lados. Pero cuando llego a la puerta de la embajada, hay dos tipos: un jovencito como de 17 años y uno como de 35 años, porque no se veían de fuera, de una vez que jalé: “No, no, no, nos estamos asilando e”. Entonces llamaron: “Nosotros mismos le vamos a tocar el timbre”, y tocaron el timbre. Y llamó el secretario de la embajada. Pedí mi asilo como me había indicado Julio Peynado; y nada, no me quisieron dar nada porque él sugirió que no tenía ninguna prueba y la verdad era que no la tenía porque había en otras ocasiones que habían ido agentes del gobierno fingiendo ser… era muy confuso el momento. Entonces él fue; yo le di mi papel de salvo conducto, de libertad y además les dije que yo había salido dentro de los excarcelados en esos días en la prensa, que ahí estaba mi nombre.

“Entonces yo debo ir allá, [a] pedirle al señor Johnny Abbes que me firme un documento diciendo que yo soy perseguido político que, bueno, lo haría yo eh?”. Entonces él bajó la cabeza, dijo: “Yo vuelvo ahora”; volvió y cerró la ventana, se tuvo un poco más de tiempo para llegar. Entonces cuando por fin viene y me dice: “Le vamos a dar asilo. Digo yo: “¿Y a esos jóvenes que están ahí?”. “También les vamos a dar”. “¡Ah bueno!”. Hubiera sido también molestoso ver que me dan a mí y que a ellos lo dejaran [porque] hacían dos días que ellos estaban ahí. Cuando yo entré, después me explicaron que había gente que yo conocía ahí que estaban asilados también. Me dijeron que estaban buscando el nombre mío, que estaba en el periódico, que eran muchos, y ellos estaban entonces en letras pequeñas, hasta que al fin me encontraron, lo rayaron y se lo pasaron a él. Pero pasé un momento desagradable.

De su esposa
Ella decía que estaba casada con un dominicano y que ella era dominicana y tenía que acogerse a las leyes dominicanas, y que yo era un rebelde contra el gobierno, que lo que merecía era la cárcel, hasta que al fin la dejaron salir.

Esa amiga mía a quien yo le dejé el documento, yo la encargué de que ella y su esposo me dieran la embajada que estuviera más accesible, porque las cosas no se pueden hacer así a lo loco. Y entonces combinamos [que] cuando ella llegara me iba a llamar por teléfono y me iba a dar una clave. Ellas fueron a ver esas tres embajadas que eran las que más o menos podían: la del Brasil, la de México, y la de Argentina. Y entonces si cuando ella me llamara me decía que la habían llamado de la lavandería para decirle que el traje blanco estaba listo, que lo mandara a buscar: ese era la embajada de Brasil. Si era el traje azul era la de Argentina. Y si era el traje marrón era la de México. Me dio la clave que el marrón: era México; yo no lo hice a lo loco [se ríe].

De su tiempo de duración en la embajada
Un mes y pico. Quizás era menos de lo que yo creo, porque [para] uno ahí los días son más largos.

Salida del país hacia México

De aquí fuimos a Haití, a Puerto Príncipe. De Puerto Príncipe cruzamos por la isla de Cuba, pero no aterrizamos, y de ahí fuimos a Jamaica, dos aeropuertos en Jamaica, y de ahí entonces nos fuimos a Miami. De Miami cambiamos de avión, y nos fuimos en Aerolínea Mexicana. Llegamos más o menos a las 10 de la noche a Ciudad México. ¡Ya estábamos libres!

De su llegada a México
En México, yo la pasé bien, porque habían exiliado un señor que había sido embajador de Santo Domingo en el gobierno de Trujillo. Pero él y su hermano habían sido embajadores los dos, cada uno en una parte. Cuando llegaron allá a México, renunciaron de allá y se quedaron exiliados, entonces él era nuestro amparo. Estaba el Doctor Pancredo Martínez, que había recibido un atentado de Trujillo; allá también estaba exiliado. Le dieron un balazo por ahí, le rompieron un pedazo de la mandíbula, un cubano de esos matones que tenía Batista; los usaba Trujillo.

Nosotros fuimos muy bien recibidos; ahí, todos los exiliados que estaban en México estaban en el aeropuerto esperándome, y la primera vez que yo oí en mi vida en público “¡Abajo, Trujillo!” fue ahí. “¡Viva República Dominicana! ¡Bienvenidos, hermanos!” Ellos mismos nos tenían ya los hoteles donde nos íbamos a hospedar. Nos vestimos ahí de panchos [ropas usadas que le regalaron los amigos] en cantidad; ya yo tenía ropa conseguida con los amigos [se ríe]. Y hasta trabajo me consiguieron a mí, porque los otros no tenían mucho interés de trabajar, - era gente medio inculta-. Es decir que ellos eran políticos importados, que los políticos importados no trabajan. Bueno, ojalá encuentren quien los mantenga. Yo me fui para Veracruz a un ingenio azucarero como jefe de campo, del ingenio Mau Ixtlán hasta que mataron a Trujillo.

De su regreso a Santo Domingo
Me desagradó mucho ver que aquí la gente lo que estaba pensando era como un carnaval, una fiesta en Santo Domingo de arriba para abajo con unos pitos, unos silbatos de esos, dando palmadas: “libertad, libertad, libertad”. Yo creía que iba a encontrar esto prendido.

Yo estuve en Puerto Rico un tiempo. Entonces, sí, en diciembre [1961] vine yo; y eso que yo vine en un avión “fletao” [pago alquilado] de Puerto Rico aquí, que no lo fleté yo, la familia… [No recuerda el apellido] ellos fletaron un avioncito y yo no tenía todavía pasaje y entonces ellos me invitaron a que subiera al avión y yo me sacrifiqué [se ríe)]; aquí nadie me estaba esperando.

A modo de Conclusión

Durante el régimen de Trujillo, de 1930-1961, muchos fueron los perseguidos y/o exiliados del país por asuntos políticos; sin embargo, estos testimonios que hemos presentado solo son un mínima representación de los que hemos podido contactar, ya que muchos de los perseguidos se quedaron fuera del país, otros prefieren no hablar del asunto y otros ya han muerto por razones obvia.

A través de las narraciones de estos protagonistas y de nuestras investigaciones documentales podemos notar que el régimen de Trujillo utilizó varios mecanismos de control contra sus opositores.

Estas narraciones presentan las grandes vicisitudes que pasaron las personas que fueron perseguidas durante el régimen, en muchos casos teniendo que abandonar su familia. Con estas declaraciones de la historia vivida de primera mano que hemos presentado el lector podrá entender más profundamente la situación política del pueblo dominicano durante la época trujillista.

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Voltaire

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