sábado, 4 de diciembre de 2010

Miraba la exposición y lloró: ‘Soy uno de ellos… soy un bracero’

Por Julio Antonio Molinet
El Diario de El Paso
La exposición fue organizada por el Instituto de Historia Oral de UTEP

El mexicano Enrique Limas Hernández, de 80 años, no pudo ocultar sus sentimientos durante la inauguración, en El Paso, del archivo patrimonial sobre la vida de los braceros organizado por el Instituto de Historia Oral de UTEP.

Algo buscaba en las fotos. “Le diré que”... hizo una pausa profunda, y respiró, respiró como evitando no regresar en el tiempo: “Me dan ganas de chillar”, dijo... y lo hizo, dejó correr lágrimas breves.

Sin embargo, limpió su rostro de un tirón y se refugió en una sonrisa. “Yo soy uno de ellos, yo soy un bracero y también un mojado”, aseguró, señalando una de las fotos ampliadas en la instalación.

Y comentó, sin quitar la mirada de la reproducción: “Ellos fueron afortunados, probablemente se estaban despidiendo de su familia y tuvieron el privilegio de viajar en un camión de pasajeros”.

Seguidamente evocó las veces que, junto a sus compañeros, viajaba en furgones para cargar carbón. “Cuando llegábamos aquí, a El Paso, nos quedábamos viendo unos a otros porque nomás los ojos nos brillaban”, indicó.

También narró que, eran recibidos en un vallado como si fueran reses, “vacas, por ahí nos pasaban y nos fumigaban desnudos con DDT, como Dios nos echó al mundo”, narró, para volver al silencio, como quien busca fuerzas para continuar.

Según el mexicano, natural de Camargo, Chihuahua, la primera humillación que sufría el bracero era que “nos revisaban, nos revisaban, nos revisaba un doctor, sobre todo las almorranas... no sé porqué... pero es algo que no puedo olvidar”.

Aseguró que miles y miles de sus compañeros soportaban las afrentas porque “realmente llegaba uno con mucha necesidad”. Dijo, que su primera vez, llegó con veinte pesos y “estuvimos como dos meses para que nos contrataran, nos comíamos una cazuelita de frijoles, de veinte centavos, por la mañana y otra por la tarde y así la pasamos”.

Una etapa que no puede olvidar es cuando, en sus años veinte, logró ser contratado y lo llevaron hasta un Campo de Concentración en Dayton, Washington. “no se vivía, trabajaba duro, muy duro por las noches y en una barraca habíamos como tres mil gente”.

Y sostuvo: “Uno que lo vivió es muy duro, volver a ver esto es durísimo; aquí en Río Vista, los americanos nos contrataban en dependencia de cómo teñíamos las manos de callosas”.

Para sostener a su esposa y cuatro hijos, Limas Hernández, realizó labores de sol a sol en todo tipo de plantaciones: cebolla, chícharo, betabel, pepino. En una ocasión, cuando laboraba en la recolección de cebollas en Las Animas, Nuevo México, el dueño les despidió sin pagarle los 800 dólares que se había ganado.

“Me quejé en el Consulado de México y, a los seis meses, el patrón envió un sobre con lo que le debían”, aseguró.

Por eso, ahora, Limas Hernández, no entiende porque el Gobierno Federal Mexicano no les ha pagado la cacareada y prometida indemnización a todos los ex Braceros.

“Esto me parece increíble… que en Estados Unidos se lleve este tipo de evento y se nos haga este homenaje, mientras que en México lo que hicieron fue tragarse la lana de los braceros”, reconoció. Para luego sentenciar: “No se ha podido cobrar, le hicimos la lucha pero no, me fue casi imposible. Yo creo que unas 200 gentes en todo México, han cobrado ese dinero”.

Narró que ha asistido a muchas reuniones en Ciudad Juárez “donde vino mucha gente del Gobierno (Federal) a prometernos que nos iban a dar un dinero y hablamos en la Organización de Trabajadores Agrícolas de la Frontera, pero nada, nada de nada”.

No obstante, los obstáculos, las humillaciones, este hombre, se siente dichoso por los frutos cosechados en su vida personal. Su esposa, compañera por más de 57 años, cuatro hijos, diez nietos e igual cantidad de biznietos. “Le doy gracias a Dios, porque soy un hombre afortunado”, concluyó.

El archivo patrimonial sobre la vida de los Braceros puede ser apreciado por los paseños a partir de esta semana en el Chamizal National Memorial. La colección, emplazada con más de 700 entrevistas, fue premiada como el Proyecto de Historia del Año, por parte del Concilio Nacional de Historia Pública.

Su directora, Kristine Navarro-McElhaney cometo que es la primera vez que una iniciativa de esta naturaleza es reconocida a nivel de país y que “tendrá un impacto significativo en la defensa de la multiculturalidad en los Estados Unidos”.

Antes de ser expuesto en El Paso, la iniciativa, estuvo al alcance del público el Museo Nacional de Smithsonian de la Historia norteamericana.

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Voltaire

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