El retorno del expresidente, al que se pone EE UU, amenaza con desestabilizar los comicios
MAYE PRIMERA | Puerto Príncipe 18/03/2011
Desde hace una semana los seguidores del partido Lavalas han estado remozando la casa de su líder, Jean-Bertrand Aristide, en Puerto Príncipe: pintando de rosa la cerca que la rodea, colocando banderitas de Haití sobre los muros e instalando cámaras de seguridad en cada entrada. El Gobierno de Sudáfrica confirmó ayer que su trabajo no ha sido en vano: anunció que Aristide ya está en el aire, en un vuelo privado que tiene previsto aterrizar en Puerto Príncipe hoy por la mañana (hora local).
Al escuchar la noticia, el presidente estadounidense, Barack Obama, llamó personalmente a su homólogo sudafricano, Jacob Zuma, para decirle que está sumamente preocupado con que Aristide regrese a Haití justo en vísperas de la segunda vuelta de las presidenciales del domingo. "EE UU está gravemente preocupado porque el retorno del presidente Aristide en los últimos días antes de los comicios pueda ser desestabilizador", ha dicho Tommy Vietor, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. El Ejecutivo sudafricano, que durante los últimos siete años ha costeado el exilio de Aristide, tratándole como un jefe de Estado, ha respondido que nada puede hacer: que este asunto deben resolverlo los Gobiernos de Haití y de Estados Unidos.
Hace mucho que Aristide quiere volver . En enero envió una carta al Gobierno de René Preval en la que decía que con el clima de Johannesburgo su salud no iba bien, que estaba a punto de perder la vista de uno de sus ojos y que su voluntad era regresar para "contribuir a servir a mis hermanas y hermanos haitianos como un simple ciudadano en el ámbito de la educación". El 7 de febrero, el Gobierno haitiano respondió, entregándole un pasaporte que le permitiría viajar cuando así lo quisiese. Desde ese día, distintos portavoces de Lavalas han dicho que su regreso es "inminente".
"Bon retour, presidan Titide" (bienvenido, presidente Titide), se lee en las pancartas que la Fundación Aristide por la Democracia ha colocado en el camino que conecta el aeropuerto con la casa del ex presidente, en el barrio de Tabarre. Los vendedores ambulantes han desempolvado los retratos de Aristide, que venden en los alrededores del Palacio Nacional. Y quienes alguna vez votaron a su favor, en las primeras elecciones democráticas que conoció Haití tras la caída de la dictadura de los Duvalier, han vuelto a recordar sus dotes de predicador.
Jean-Bertrand Aristide fue electo por primera vez por el voto popular en 1991. Casi de inmediato, fue derrocado y luego restituido en el poder en 1994. En 2001 fue reelegido, pero no logró culminar su mandato. Él también tuvo su guerrilla armada ?los chimerés? y como sus predecesores, construyó para sí un Gobierno violento y personalista.
Aún es incierto el efecto que podría generar el regreso de Aristide sobre las elecciones presidenciales de este domingo. De acuerdo con los resultados oficiales, publicados en febrero pasado, la profesora Mirlande Manigat ganó la primera vuelta electoral del 28 de noviembre de 2010, seguida del cantante popular Michel Martelly. Pero la semana pasada, una encuesta de la Oficina de Investigación Informática para el Desarrollo Económico y Social le otorgaba a Martelly el 50,8% de la intención de voto y a Manigat, el 46,2%. François -27 años y uno de los motoristas que ofrecen servicios de taxi por las calles de la ciudad- es uno de esos haitianos de ánimo político camaleónico: "Yo voté por Manigat en la primera vuelta, pero esta vez mi voto irá para Martelly. Él sí sabe cómo hablarle al pueblo", dice.
Las opciones no podían ser más antagónicas. Manigat, candidata por la Reunión de los Demócratas Nacionales Progresistas (RDNP): académica, 71 años, primera dama durante 130 días en 1988, propone la retirada de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah). Martelly, candidato de Respuesta Campesina: 50 años, cantante de kompa, conocido como Sweet Mickey, dice que, rico como es, no robará.
Manigat habla despacio, sus seguidores admiran sus títulos académicos, y sus adversarios critican sus supuestos vínculos con el Gobierno saliente y con la élite haitiana. Y cada vez que Martelly mueve la cadera sobre un escenario, durante sus actos políticos, la audiencia ruge, baila, se emociona; eso es lo que no le gusta a quienes se le oponen: que todo parece indicar que, como presidente, Martelly sería un buen cantante.
Ambos han prometido curar a esta nación rota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario