miércoles, 20 de abril de 2011

Los hijos de la revolución

En los años 60 los hechos se fueron concatenando siendo causa y efecto unos de otros, haciendo de la sociedad dominicana de la época un tobogán de utopías y de infamias.
 
Por {Por Maickel Ronzino | Fotos Alina Vargas-Afanasieva y cortesía de entrevistados | Edición 0005}


Para fines cronológicos la década comenzó el 1 de enero de 1960 (en el 61, para otros), pero en términos históricos comenzó el 30 de mayo de 1961, cuando el dictador Rafael Leónidas Trujillo fue asesinado, abriendo una ventana de potencial libertad en la República Dominicana.
El 20 de diciembre de 1962, el fundador del Partido Revolucionario Dominicano desde el exilio cubano, Juan Bosch, ganaba las primeras elecciones libres en décadas en el país, asumiendo la presidencia el 27 de febrero de 1963. Siete meses después, el 25 de septiembre, era derrocado.
Las Fuerzas Armadas entonces designan un Triunvirato, presidido por Emilio de los Santos, y restauran la Constitución anterior. Posteriormente otro Triunvirato, presidido por Donald Reid Cabral asume el poder. Decisiones políticas y económicas (como la firma con el FMI) incrementan el descontento no solo popular, sino también entre amplias capas de jóvenes militares.
El Triunvirato decide convocar a elecciones, pero negando la participación tanto de Juan Bosch como de Joaquín Balaguer. Grupos sindicales y estudiantiles afines a Bosch, además de militares de las generaciones más jóvenes, consideraban que la solución institucional pasaba por el retorno de Juan Bosch y volver a la Constitución de 1963.
El 24 de abril del 65 los campamentos militares 16 de Agosto y 27 de Febrero se sublevan, dando un golpe de estado al Triunvirato, mientras gran parte de la población pide que vuelva Bosch, así como la vuelta a la Constitución de su gobierno.
Los militares sublevados juramentan a un presidente provisional, Rafael Molina Ureña, y se anuncia la vuelta a la Constitución de 1963. El general Elías Wessin y Wessin, contrario a las medidas tomadas, da instrucciones de que el Palacio Nacional sea bombardeado y se combata a los que llama peyorativamente "constitucionalistas". El pueblo se manifiesta, pide armas y le son otorgadas, asaltando los cuarteles opuestos a la vuelta de la Constitución del 63. Santo Domingo, ciudad pequeña para la fecha, se divide en dos bandos. La guerra daba de esta manera inicio formal.
Eventualmente, una intervención militar validada por la Organización de los Estados Americanos (OEA), de más de 42,000 marines (y un puñado más de Brasil, Paraguay, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) ocupan el país.
La guerra, corta pero intensa, termina oficialmente el 30 de agosto de 1965, con la OEA como mediadora, designándose a Héctor García Godoy como presidente provisional, previo a las elecciones acordadas para el 1966… donde comenzó una etapa de 12 años de gobierno de Joaquín Balaguer. Otra historia, pero consecuencia de todas las anteriores desde la muerte de Rafael Leónidas Trujillo Molina.
En pocos años varias etapas
La mayoría de los revolucionarios de abril de 1965 fueron jóvenes que de una u otra manera ya adversaban y/o luchaban contra Trujillo y su dictadura, y también lucharon después contra los 12 años de Joaquín Balaguer.
Es decir, fueron hombres y mujeres que estuvieron en muchas y diversas batallas durante pocos años, hechos distintos pero con un largo y fuerte hilo conductor. Unos fallecidos en el fragor del 65, como Juan Miguel Román, o muy a posteriori, como Piky Lora, sobrevivientes y activos en sus respectivas luchas, como Fafa Taveras y Juan José Ayuso, además de la figura más paradigmática de los hechos del 65, el Coronel Francisco Alberto Caamaño. Quisimos ver aquella gesta histórica a través de los ojos de algunos de sus descendientes, no de los textos históricos ni de los participantes sobrevivientes, sino de quienes no vivieron la guerra, pero tuvieron en sus vidas cotidianas la presencia de las consecuencias de los actos revolucionarios de sus padres y madres.
Otros muchos y muchas sobreviven y luchan desde diversas trincheras para avances en la sociedad dominicana. Los tiempos cambiaron, pero los frentes continúan. Muchos de los que lucharon décadas atrás lo siguen haciendo desde otras posiciones. Y quizá lo más importante, como plantea uno de los hijos de los revolucionarios del 65, es lo que puedan hacer las nuevas generaciones, que también pueden ilusionarse por generar cambios que siguen siendo necesarios en la sociedad dominicana.

María Teresa
María Teresa Román es psicóloga clínica de formación con una maestría en Educación Montessori quien, actualmente, dirige junto a Ana Magaly Abreu el Colegio Preescolar Montessori, en Santo Domingo. Su padre fue Juan Miguel Román (1931-1965), un miembro destacado del Movimiento 14 de Junio, quien murió el 19 de junio del ’65 en el asalto al Palacio Nacional, liderado por el Coronel Fernández Domínguez, acto enmarcado dentro de la guerra cívico-militar de ese año.
María Teresa Román: Mi padre a través de los ojos de mi madre
María Teresa Román apenas tenía poco más de un año y cinco meses de nacida cuando su padre, Juan Miguel Román, murió.
Su hermana tiene algunos recuerdos más, al tener cinco años al momento de su asesinato. Pero los relatos y el afán de su madre, hizo que la presencia de su padre, aunque no fuese física, tuviese un lugar en el hogar.
“Siempre tuve muy pendiente todas esas historias. Las oíamos y escuchábamos de muy pequeñas como un cuento, pero nunca con ese dolor que he visto en otras personas. No, con dolor no”, apunta Román. “Tuve muy pocas experiencias con mi padre, porque cuando nací él estaba preso en La Victoria”.
Su madre, María Teresa Irueste, de nacionalidad española, siempre ha sido una gran apasionada de la historia. “Nos hacía esos relatos de la Revolución como si estuviésemos viviendo el momento”.
Ella ha sido la gran transmisora de una historia familiar y generacional que de otra manera hubiese sido solo materia de la clase de historia en las aulas.
Es a través de su madre que puede reconstruir la vida de su padre, la importancia de la Revolución de Abril del 65, el impacto para el país de los valores democráticos y libertarios.
La tesis que no quería dedicar a Trujillo
Nacido en Santiago de los Caballeros, de una familia dedicada a la ganadería, Juan Miguel arriba a la capital dominicana a estudiar medicina, que no completa para hacer estudios de derecho. Con la tesis lista no se decide a graduarse, ya que para la época era inevitable dedicarlas a “El Jefe”: Trujillo. Se le ocurre entonces evadir la dedicatoria directa y lo hace a la madre del dictador: truco que le permite graduarse. El padre de Juan Miguel Román era un “hombre muy recto, pero muy tranquilo”, dice María Teresa Román. “Pienso que en aquella época la mayoría de los jóvenes eran revolucionarios. Fue una generación muy especial que no tenemos ahora”.
Además, siempre hubo conexión y cercanía con otros hijos e hijas de revolucionarios de la gesta de abril, por lo cual la memoria de su padre siempre tuvo presencia en su vida y la de su hermana. Recuerda incluso las conmemoraciones en honor al movimiento 14 de Junio, de cómo cantaban el himno de aquel movimiento libertario y hasta recuerda haberse vestido con el traje verde del 14 de Junio.
“Yo conozco todos los sitios donde se escondieron los revolucionarios y conozco todas las historias muy presentes”, destaca Román. “Mi mamá no se fue del país por eso. Mi mamá, viuda, española, con dos hijas muy pequeñas, pudo haberse ido, pero decidió que no se iba para que nosotras viviéramos en República Dominicana y viviéramos la historia de nuestro país. No se arrepiente para nada de esa decisión”.
Su padre estuvo dispuesto a luchar sin importar las consecuencias, declara María Teresa. “Mi madre me cuenta que le llegó a decir ‘deja eso que ya nos casamos y tenemos hijas’ y que él decía que no, que por ellas voy a seguir luchando, aunque me muera. Todo el mundo me cuenta sobre eso”.

José Alejandro
Es abogado de profesión. En la actualidad trabaja con la Fundación Equidad, en un proyecto llamado “Constitución para todos”, para acercar al gran público los temas constitucionales. Su padre es Juan José Ayuso, periodista, constitucionalista en la Revolución de Abril de 1965, y cuya arma principal fue la palabra y la poesía.
José Alejandro Ayuso: La lección de abril: la ocupación en un proyecto nacional
Nacido en 1966, José Alejandro Ayuso tiene claro que el costo de la postguerra fue enorme para los revolucionarios que lucharon por la vuelta a la Constitución de 1963 y la democracia en general. ¿El precio? Una docena de años encabezados por Joaquín Balaguer, el mismo que popularizó para la historia dominicana que “la Constitución es un pedazo de papel”.
Su padre –quien fue provisionalmente encargado de prensa del Palacio Nacional durante los meses revolucionarios– estuvo envuelto en las trincheras de prensa y propaganda del bando constitucionalista. “Él colaboró en la parte de prensa, una trinchera distinta a la de tomar el fusil. Su arma era la pluma, la voz y los poemas, que en esos tiempos eran un arma de batalla”, indica Ayuso.
Antitrujillista: un camino natural
El abuelo de José Alejandro repudiaba al trujillismo, al punto de descolgar, cuando no había visitas, el retrato obligatorio del tirano en todo hogar dominicano con la infamante leyenda; “En esta casa Trujillo es el jefe”. Para la época final de la dictadura, Juan José Ayuso, casi un adolescente, colocaba junto a otros compañeros panfletos contra la dictadura bajo las puertas de las casas. “Era su manera de protestar contra la tiranía”, dice el hijo del poeta y periodista. Del antitrujillismo a la defensa de la Constitución y la democracia solo había un paso, y como muchos y muchas en su condición ese paso fue dado.
Una docena de años difíciles
La intimidación externa fomentó la pasión por la lectura
Muchas actividades familiares y recreativas se realizaban en el ámbito del hogar, debido a las intimidaciones provenientes del ámbito exterior, además de estrecheces económicas que sufrían muchos de los revolucionarios de la época. Mucha de la vida social de la familia Ayuso pasaba por las rejas, en visitas a amigos de su padre a la cárcel. “¿Cuántas veces no fui con mi familia a ver a Fafa Taveras a La Victoria? En vez de ir a un club social a bañarme en una piscina me llevaban a ver a Fafa y otros amigos encarcelados”, narra el abogado, pero sin amargura. Recuerda que se realizaban veladas hogareñas, con la participación de algunas amistades, donde era frecuente la lectura, fomentada por una vasta biblioteca del padre, que forjaron el amor por el estudio y la literatura.
“Los 12 años de Balaguer fueron muy difíciles”, recuerda. “Mi papá no solo era reconocido como alguien de izquierdas que había participado en la revolución, sino que era periodista y con un reconocido pasado y presente de oposición a lo que representaba Balaguer”.
“La mayoría de esos grupos políticos que impulsaron la Revolución de Abril eran más demócratas y liberales que comunistas”, indica Ayuso. Pero eran los tiempos de la Guerra Fría… esencialmente caliente.
La represión y la violencia extrema fueron constantes en esos años. “Vi las expresiones de tristeza y desesperación cuando mataban a un amigo, como al ‘Moreno’ (Maximiliano Gómez, líder del Movimiento Popular Dominicano (MPD), asesinado en Bélgica en 1970), que visitaba mi casa. Muchos de esos revolucionarios que mataron en esa época eran gente conocida en mi casa, como Henry Segarra”.
El golpe de estado al Gobierno de Juan Bosch, la derrota de los constitucionalistas en el 65 y lo que significó para muchos de ellos los 12 años de Balaguer fueron motivos de desazón posterior. Pero lo más grave para esa generación, al entender de José Alejandro Ayuso, “fue que Balaguer volvió después de esos 12 años. Ahí fue que entendieron que fracasaron como generación”.
Sin embargo, Ayuso no lo visualiza de forma tan severa. “No hay esa ocupación en un proyecto nacional”, indica sobre las generaciones actuales. “Pienso que la de mis padres fue la última generación en la que eso era más importante que ellos mismos”.
“Creo que de alguna manera la lucha continua, las trincheras son distintas, los métodos y las armas son diferentes, pero yo agradezco muchísimo el legado que me han dejado y que viene de esos tiempos”, recalca José Alejandro Ayuso.

Patricia
Cada mañana es posible verla en televisión junto a su tío Huchi Lora, analizando los más candentes temas de la actualidad nacional. Es Patricia Solano, cuyo estilo periodístico tiene algo de guerrera, de continuo cuestionamiento. Nada extraño, ya que en sus venas corre la sangre de Piky Lora, su madre, mujer valiente que tomó decisiones difíciles para participar activamente en varias luchas libertarias para República Dominicana, incluyendo la Revolución de Abril de 1965.
Patricia Solano: Victoria de la dignidad y la razón sobre las balas
Revolucionaria, abogada, defensora de las leyes y visionaria, Piky Lora desde sus años mozos luchó contra la intolerancia y los obstáculos de la democracia, primero en los años finales del régimen de Trujillo, luego en una de las luchas más paradigmáticas del siglo XX: por la vuelta a la Constitución del 63, el leit motiv esencial de la Revolución de Abril de 1965 en República Dominicana.
Cuando tuvo que tomar la decisión de participar o no en el Abril del 65, Piky Lora llevaba ya en sus entrañas a Patricia Solano, nacida poco después de finalizado el conflicto cívico-militar. La decisión le costó la ruptura con su pareja, en desacuerdo con su participación revolucionaria. “Mi mamá pensó que era su deber y que su lugar era al lado de los compañeros constitucionalistas. La decisión no fue fácil, pero eso fue lo que ella decidió”, apunta Solano.
A pesar de los avatares de aquellos meses “esos fueron los tiempos más felices de la vida de mi madre”, apunta Solano. No era asidua a la nostalgia, pero lo vivido en esos meses de lucha y utopía “siempre lo contaba con palabras tan conmovedoras: los episodios tristes, los días en que se perdieron vidas de compañeros, las noches en el comando central del 14 de Junio, la hermandad entre los constitucionalistas”.
“Mi mamá no tuvo ninguna retribución más que la admiración, que la tuvo. Nunca tuvo ninguna otra recompensa, al contrario, sufrió persecución y estigmatización, siendo doble por ser mujer”, explica Solano. La otra cara de la moneda fue la admiración, algo que “no se compra. Menciono eso del precio porque la post-guerra es mucho más fría que como la describió el poeta René del Risco Bermúdez”.

De madre a hija
Aventurera, divertida y llena de vida
Piky Lora fue una mujer con un gran sentido del humor, incluso el más difícil de todos: la capacidad de reírse de uno mismo. Era una persona muy divertida, a la cual le encantaba cantar en veladas familiares y con amigos. “Era muy buena para entretener y era famosa como anfitriona”, enfatiza Patricia Solano. Le encantaba viajar con sus hijas, especialmente por el país, siempre con un elevado sentido de aventura. Cuando no había forma de acceder con vehículo a la Playa del Limón, en Samaná, allí iban Piky Lora y sus hijas sobre burros. “Nos dio una gran energía de vivir, ya que tenía un gran deseo de vida”, relata Patricia.
La madre de Patricia Solano nació en Santiago, fruto de un hogar formado por un periodista y una maestra.
La abuela de Patricia fue el principal soporte para canalizar las ansías de justicia de sus hijos e hijas, ya que ella había sufrido “en carne propia la invasión norteamericana de 1916 a 1924 (quemaron su casa siendo niña) y sembró en su prole el valor de la libertad, así como la decisión de defenderla a toda costa”, relata su nieta. “Era una maestra contestataria (hasta donde se podía) y criticaba a puertas cerradas a Trujillo”.
El 24 de abril y los‘familiares’ de afecto
“Yo tengo muchos ‘tíos’ de afecto que son combatientes de esa época, y que son gente que terminaron siendo como familia de uno”, explica Solano, que aún se sabe de memoria el himno de los combatientes constitucionalistas, rememorado en las “hermosas y sencillas” conmemoraciones del 24 de abril.
Como ejemplo de esa hermandad y complicidad destaca que cuando conoció a las hijas del revolucionario Juan Miguel Román, “nos dimos un abrazo cálido, como si nosotras supiéramos que teníamos una hermandad, por su padre y mi madre, por haber sido combatientes juntos. Es una cosa extraña, pero fue así”.
La importancia que aún siendo niña le otorgaba al 24 de abril le hizo preguntar a su madre un día por qué los ganadores de la Guerra de Abril no celebraban como ellos, los ‘perdedores’.
La bombardeó de preguntas, tales como “¿Dónde hacen sus actos? ¿Y ellos cantan? ¿Y dónde están sus tumbas? ¿Y quién les lleva flores? ¿Y quienes dicen discursos que los alaben? Yo no veo eso en los periódicos”.
La respuesta de Piky Lora a su hija fue que “ellos no tienen orgullo de lo que hicieron. En la vida hay muchas victorias. Hay unas que te las dan las balas, pero hay otras que te las da la razón, la dignidad y el orgullo de haber defendido lo que tú crees que es válido”.

Fafico
Rafael Taveras, más conocido como Fafico, es historiador por la Universidad de La Habana, Cuba. Actualmente trabaja para un proyecto de cooperación en Haití. Es hijo de Rafael Taveras, mejor conocido como Fafa, activo participante en la Revolución de Abril de 1965, y de Magaly Pineda, también antigua miembro del 14 de Junio, y actual directora del Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), una de las instituciones principales de lucha de género en República Dominicana, también militante en la Gesta del ’65.
Fafico Taveras: Un pasado que enseña a luchar por el futuro
“La Revolución de Abril fue un movimiento de tanta pureza, en el cual los dominicanos y dominicanas se unieron para pedir el retorno a la democracia”, afirma Fafico Taveras.
Gesta acontecida dos años antes de su nacimiento, el quehacer posterior de los padres de Fafico Taveras no permitió que el legado de la “Guerra Patria” quedara como un lejano episodio, sino como una viva presencia cotidiana. “Mis padres mantuvieron sus ideales”, dice Fafico como base para afirmar que es un afortunado. “Luchar por un mejor futuro para los dominicanos y dominicanas para ellos fue su modo de vida: mi madre con los derechos de la mujer y mi padre por los derechos políticos”.
Como necias y falaces tilda las razones para el derrocamiento legítimo del gobierno de Juan Bosch en 1963. El argumento de los golpistas era el anticomunismo, “ya que para ellos cualquier tipo de reforma que había sucedido en cualquier país democrático y capitalista, incluso en Estados Unidos, estaba realizándose en el país y para ellos era una amenaza”. Cree que muchas de las personas que participaron en el golpe de estado contra el gobierno de Bosch a través de los años “se han dado cuenta del grave error y el daño que le hicieron a nuestro país”.
La influencia de Minerva Mirabal
La lectura y Casa de Teatro
Durante mucho tiempo en los primeros años de vida de Fafico estuvo “ausente” el padre: estaba preso. Su periodo más largo fue por cinco años, de 1970 a 1975. Como vivían en la Ciudad Colonial las actividades de Casa de Teatro fueron un refugio vital, especialmente para Fafico, quien define a la Casa como su “segundo hogar”. Ahí tomó clases de teatro y pintura. Otro refugio era Escuela Nueva, colegio fundado por su madre. En esos momentos carcelarios rememora una lección de vida impartida por su madre, cuando en medio de estrecheces materiales dejaba claro que “en esta casa hay dinero para comida y para libros”. Fafico dice que “mi madre me dio a mí y a mi hermana un instrumento de libertad y de crecimiento: el amor a la lectura”.
Su padre, Fafa Taveras, fue criado por sus abuelos en Salcedo, un artesano antitrujillista, pero no militante, y una abuela muy católica, quien inculca la vida religiosa a Fafa. Incluso tuvo el deseo de entrar al seminario, pero le fue impedido por la condición de hijo de divorciados.
Su formación católica y detractora de la dictadura lo lleva a formar parte del grupo "Acción Clero Cultural", jóvenes seminaristas antitrujillistas, en el que participaban varios familiares de las hermanas Mirabal. Fue amigo de Minerva Mirabal, quien ejercía una gran influencia en muchos jóvenes antitrujillistas del país, y en particular en la antigua provincia Salcedo, hoy Hermanas Mirabal.
Los dolorosos años de la postguerra
La Guerra de Abril del 65 tuvo sus secuelas en una postguerra en la cual el fantasma del comunismo y todo lo que oliese a ello siguió alimentando de víctimas a la sociedad dominicana. Esa fue una de las señas de identidad de los 12 años de Balaguer, de 1966 a 1978.
Recuerda el terror provocado en el hogar por un apresamiento de su padre, y como su madre en la escalera decía ‘que a ella no se lo iban a matar como mataron a Amín’. La referencia es sobre Amín Abel Hasbún, líder político y estudiantil asesinado el 24 de septiembre de 1970 en su casa, frente a su esposa embarazada, por agentes del Servicio Secreto de la Policía Nacional.
“Lo peor de todos esos años eran esos momentos de extrema violencia del régimen de Balaguer”. Otro recuerdo en extremo doloroso fue el asesinato del periodista Orlando Martínez, autor de la combativa columna Microscopio. “Vi a mi madre gritando en el balcón, llorando de rabia y de impotencia. Recuerdo sus gritos y su frustración”, narra Fafico, haciendo una pausa obligatoria en la entrevista. El hecho es lejano, pero las lágrimas son actuales.
A pesar de todo él mira hacia el futuro, ya que dice que lo que queda es lo que podamos hacer nosotros. Como diría una canción del músico argentino Fito Páez, es una cuestión de actitud, “es solamente volver a creer que uno puede ser parte de un movimiento para ayudar a los demás, hacer conciencia de que el poder está en cada uno de nosotros”.

Paola
Nacida en 1967, María Paola Caamaño Acevedo es hija del principal líder de la Revolución de Abril de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó. Es graduada de Derecho por la Universidad de La Habana, Cuba. Actualmente labora como Ministro Consejero de la Embajada de República Dominicana en Panamá.
Paola Caamaño: La hija de un símbolo patriótico
Paola Caamaño tenía apenas seis años de edad a la muerte de su padre, Francisco Alberto Caamaño Deñó, en la invasión de Playa Caracoles (en la sureña provincia de Peravia), en un intento por derrocar el régimen de Joaquín Balaguer. El desembarco fue el 4 de febrero de 1973, y 12 días después era asesinado.
Como confiesa Paola, las experiencias con su padre son efímeras, aunque no dejaron de ser intensas. “Disfruto la dicha eterna de sentirme día a día no solamente protegida por él, sino que su guía es mi constante luz para lo que realizo y me propongo en todos los ámbitos”, confiesa.
La vida tumultuosa de un hombre que pasó los últimos años de su vida en combate, en constante movimiento de un lugar a otro y en la clandestinidad, no propiciaron necesariamente las mejores condiciones para una convivencia familiar “normal” para la época.
Pero para Paola Caamaño “la historia y la muerte que con tanto orgullo y heroísmo enfrentó” son una forma de compensación de lo que no pudo tener a plenitud, sino a cuentagotas.
Esa vida, entregada en gran medida a gestas históricas que no facilitaban del todo la vida familiar, “no me permitió disfrutarle en vida como cualquier mortal que sabe aprovechar el significado presencial padre e hijo en su formación”, apunta Paola Caamaño, aunque afirma que “se me repleta el alma cuando no solo yo me siento orgullosa de Francisco Alberto Caamaño Deñó, sino todo un pueblo, y su nombre se multiplica cada vez más a nivel mundial”.
Un militar que defendió la constitución
y aborrecía la corrupción


Hijo de una importante figura militar en la Era de Trujillo, el Teniente General Fausto Caamaño Medina, quien fuese Secretario de Guerra y Marina, Francisco Alberto Caamaño Deñó también continuó la carrera militar, a pesar de la oposición de su padre. Aunque su ámbito familiar no fue antitrujillista, sí desarrolló unos valores y capacidades que le hacían respetar el orden constitucional y desechar lo actos de corrupción, como denotan muchos artículos y estudios biográficos sobre su persona. Una anécdota cuenta que cuando fue enviado a Londres como agregado militar canjeó boletos de primera clase por clase económica, devolviendo el dinero sobrante al Estado dominicano.
A su madre, María Paula Acevedo Guzmán, la considera una “guerrera incansable en nuestra formación, inculcándonos los valores de humildad, sencillez y dignidad que de él aprendió y que son los mejores legados que tenemos de él”.
Si bien afirma sentir un gran orgullo por ser hija de quien es, deja entrever (algo  completamente natural) el deseo de haber podido compartir más tiempo de vida con el Comandante Román (el apodo revolucionario de Francis Caamaño).
“Exhorto a todos aquellos que tienen a sus padres consigo que sepan limar las asperezas en caso de que existan, que disfruten lo valioso y maravilloso que es contar con una mano paterna y materna a su lado”, destaca Paola.
Exhorta también a la sociedad dominicana “en toda su extensión y sin distinciones burdas a recordar a los grandes hombres de esta gran Quisqueya, no cuando les convengan posiciones políticas o campañas mediocres, sino porque comprenden y ejecutan la esencia misma por la que aquellos grandes hombres ofrendaron sus vidas, por la dignidad y la gloria de nuestra patria y nuestros principios”.

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