Así, abril de 1961 comenzó con un calvario de calumnias, burlas, evidencias fabricadas y acusaciones sobre el obispo Tomás Reilly, quien fue detenido y sólo la muerte del sátrapa lo sacó de su encierro en la base aérea de San Isidro.
SANTO DOMINGO.- Al acercarse el 50 aniversario del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo, historias de sus crímenes salen a la luz como la guerra abierta contra prelados de
Así, abril de 1961 comenzó con un calvario de calumnias, burlas, evidencias fabricadas y acusaciones sobre el obispo Tomás Reilly, quien fue detenido y solo la muerte del sátrapa lo sacó de su encierro en la base aérea de San Isidro.
Los diarios El Caribe y La Nación de entonces, controlados por Trujillo, publicaron el 7 de abril acusaciones contra Reilly de orientar y dirigir un complot que incluiría la detrucción de un puente y los incendios del automóvil de un inspector del Partido Dominicano y del estadio deportivo de San Juan de la Maguana.
Reilly fue calificado de obispo al servicio del crimen, conspirador con sotana enviado por el Vaticano. El prelado había llegado a Dominicana en 1948.
Otro miembro de la misma congregación de Los Redentoristas, Bernardo O´Connor, fue acusado el 6 de abril de traficar marihuana y otros estupefacientes.
El 13 de abril, bandas trujillistas pedían la expulsión de Reilly, atacaron su vivienda y la casa curial.
Seis días más tarde, acosado por desfiles diarios de esos elementos, Reilly fue encarcelado.
A la muerte de Trujillo fue liberado y dedicó su vida hasta los 75 años a sus feligreses de San Juan de la Maguana , donde reposan sus restos.
Otro jerarca de la Iglesia , el cardenal Francisco Panal, daba una misa en la catedral de La Vega y detuvo el oficio cuando los asistentes debían arrodillarse y el dictador no lo hizo.
Puesto en evidencia por la pausa del sacerdote, Trujillo se vio obligado a arrodillarse, humillación que fue suficiente para que persiguiera ferozmente a Panal hasta su muerte.
Una carta pastoral de los obispos en enero de 1961 fortaleció la lucha contra Trujillo, señalando que la Iglesia no podía permanecer insensible ante la pena que embargaba a muchos hogares dominicanos y decidió unirse al pueblo en su dolor.
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